“A ETA se la derrotó como había que hacerlo, desde las fuerzas de seguridad y desde la sociedad”

A un lado de la mesa, Agustín Díaz Yanes (Madrid, 74 años), director y guionista de prestigio, con títulos como Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) o Alatriste (2006), y que llevaba sin dirigir desde Oro (2016). Al otro lado, Luis R. Aizpeolea (San Sebastián, 77 años), periodista de EL PAÍS y uno de los mayores expertos sobre ETA, organización terrorista de la que ha escrito libros e incluso documentales. En medio, Un fantasma en la batalla, de Díaz Yanes, película que se estrenará el 3 de octubre en cines españoles, tras su lanzamiento festivalero, y el 17 de octubre, globalmente, en Netflix. El thriller sigue a una guardia civil infiltrada en ETA, un personaje suma de muchas historias, desde antes del asesinato del político del PP Gregorio Ordóñez, en enero de 1995, hasta la Operación Santuario, que, en octubre de 2004, supuso el mayor golpe contra la estructura logística de la banda terrorista.
A Amaia, esa joven agente que empieza a escalar dentro del aparato de ETA en Gipuzkoa, le da vida Susana Abaitua. “Me ha impresionado todo lo que ha hecho, cómo ha encarado la película”, explica su director, que recuerda el germen de la historia. “A mitad de 2018 la productora Belén Atienza me preguntó con qué estaba, y le hablé de la Operación Santuario. Meses después le entregué una primera versión de un guion sobre una agente encubierta de la Guardia Civil, un personaje basado en las experiencias de varios topos, mujeres y hombres”. La historia fue cambiando para acabar convertida en algo más que un thriller o una clase de historia, que palpita entre, según las referencias del cineasta, El hombre que mató a Liberty Valance y los grandes títulos noir de Jean-Pierre Melville: “Le pedí a Susana que condujera como lo hace Alain Delon en las pelis de Melville”. Y por ahí se inicia la conversación de una hora entre dos personas que no se conocían personalmente, aunque comparten muchos amigos.
Luis R. Aizpeolea. Tu película es, para mí, varias cosas: un thriller político, una ficción basada en hechos reales, la historia de una guardia civil dentro de ETA en un contexto histórico muy bien señalado... Y alberga la ambición de contar de manera pedagógica el final del terrorismo.
Agustín Díaz Yanes. En un principio queríamos hacer un thriller político que transcurría en el País Vasco y en ETA. Con ETA. Y creo que ese período es el que se prestaba más a esta historia. Tú lo sabes mejor que yo: aunque detenían a una cúpula, luego venía otra. Y otra. La Operación Santuario, que desmantela los zulos de ETA, les dolió mucho. Fue su final, aunque siguieran más años. Para esta película pensé en El hombre que mató a Liberty Valance. El personaje de Susana es un poco personaje de wéstern. Javier Marías escribió en Babelia un artículo fantástico, a cuenta de este filme de John Ford, titulado El espantoso futuro del héroe, en el que contaba que el auténtico asesino de Liberty Valance y otros héroes del wéstern no poseen futuro. Y claro, quien se infiltraba en ETA no tenía futuro. En realidad, su futuro no nos interesa, nos interesa solo lo que hace. Al escribir un guion eso te motiva mucho: no tengo que explicar casi el pasado ni tengo que palntearme el futuro. Estar infiltrado en una banda terrorista en esos años tan duros, tan brutales y siempre pensando que te pueden matar mientras vives en soledad... Eso es un wéstern. Sacrifica 12 años de su vida por una misión. Y eso me parecía que es de las cosas más cinematográficas que pueden ocurrir. Al inicio no pensé mucho en la pedagogía, y ahora, cuando la ha visto mucha gente que no conocía esa época o que no se acordaba de esas imágenes que mostramos sí me he dado cuenta de que enseñamos una época que fue muy dura.
ETA ha marcado la España del último medio siglo, y nos quedan muchos temas y personajes de los que hacer películas y series"
L. R. A. La Operación Santuario es impresionante.
A. D. Y. Es que merece por sí sola una película. Se desplegaron casi 400 integrantes entre España y Francia para encontrar los zulos. Y se logra por los infiltrados. Por cierto, nos contaron que como no podían presentarse a los exámenes, los infiltrados nunca ascendían: si empezaban de cabo acababan de cabo. Ni recibían sobresueldos.
L. R. A. Me ha llamado la atención que, aunque sea ficción, tu película está muy bien documentada.
A. D. Y. Me documenté muchísimo porque estaba un poco aterrado con meter la pata. Me parecía insensato, y más contando con las víctimas. Estudié Historia, aunque no soy historiador, y coleccioné una biblioteca con libros sobre ETA bastante grande. Y después, a través de mis productoras, entramos en contacto con la Guardia Civil y ellos son... estrictos. Te cuentan la historia bien, pero te cuentan poco. Por suerte, el coronel que nos recibió había sido capitán en esa época y yo creo que tuvo una participación muy importante en el descubrimiento del zulo donde estuvo secuestrado Ortega Lara. Les pasé el guion y me dijeron que, aunque efectivamente en la película hay cosas inventadas, sonaba real. Algunos de sus infiltrados llegaron más lejos que otros, unos estuvieron cuatro años, otros hasta 12. Solo hay una cosa que cambié a sabiendas y es que fusioné el desmantelamiento del zulo Chernóbil con la Operación Santuario, cuando hubo un año de diferencia.
L. R. A. Y no hay idealización de nada de lo que pasó.
A. D. Y. Tú y yo venimos de la izquierda antifranquista, y conocimos a etarras de aquella época, que nada tienen que ver con la generación de terroristas que se muestra en esta película. No quería hacer caricaturas. Lo pasé mal porque es un tema muy delicado. Cuando hice Alatriste, también me documenté mucho. Pero ahí siempre pensé que si salía algo mal no iba a protestar mucha gente. Esto es otra cosa. Y por eso también le hemos enseñado la película a familiares de las víctimas. Me preocupaba, por ejemplo, cómo íbamos a reproducir los atentados.

L. R. A. Has usado imágenes de archivo de momentos que se nos han olvidado, como la manifestación en Bilbao pidiendo la liberación de Miguel Ángel Blanco, que creo que ha sido la más grande de la historia en esa ciudad. Me acuerdo de ese día en el periódico, y pensábamos que no se atreverían a asesinarle.
A. D. Y. Y yo.
L. R. A. Con tu película y La infiltrada, de Arantxa Echevarría, el cine español se abre a estos personajes nunca contados. Es más, ambas son mujeres valientes. Y para mí la diferencia es que La infiltrada es muy intensa, aunque se centra en un capítulo, y tú abarcas todo el proceso de infiltración con ese toque de wéstern.
A. D. Y. Y en su caso, además, es un biopic, con una actriz impresionante [Carolina Yuste]. No conocía personalmente a Arantxa y durante este proceso quedamos a comer, y me parece una tipa genial. Creo que con estas coincidencias en España nos volvemos un poco locos. En cambio, en EE UU les da igual. ¿Cuántas películas hay sobre la guerra de Vietnam? Decenas y decenas, y sobresalen un puñado de extraordinarios filmes. ETA ha marcado la España del último medio siglo, y nos quedan muchos temas y personajes de los que hacer películas y series.
L. R. A. Y sigue marcando.
A. D. Y. Hay una cosa... Tú y yo hemos sido militantes antifranquistas, y cuando llegó la democracia pensamos que una de las mejores cosas que iba a ocurrir era la prohibición de la pena de muerte, como así recogió la Constitución. Y de repente nos encontramos con que seguía la pena de muerte ejercida por otros. Apostamos desde posiciones muy fuertes por un país pacífico, e incluso parte de ETA dejó las armas. Pero otra no, y así se mantuvo la pena de muerte. Vuelvo a lo de más audiovisual sobre ETA: Arantxa es más joven que yo, Aitor Gabilondo [el productor de la serie Patria] aún más... Me gusta que la gente joven se acerque a este tema con distintas visiones.
L. R. A. Es interesante cómo usas los carteles para explicar la historia de ETA, que el público entienda todo el proceso. Por ejemplo, que ETA, durante el franquismo, asesinó a unas 50 personas. Los años más duros fueron los ochenta.
A. D. Y. Dudé mucho con los carteles, y lo decidió el montador y acertó. Además, contamos la muerte de Carrero Blanco, que provocó una disfunción de la percepción de esa banda...
L. R. A. Como el proceso de Burgos, que fue un juicio sin garantías...
A D. Y. A mí me detuvieron cuando el proceso de Burgos, me lo sé de memoria [risas] y acabé en la cárcel de Carabanchel. Y allí los etarras eran muy nacionalistas. Por cierto, cuando lo de Carrero Blanco yo estaba haciendo la mili en el Alcázar de Toledo y mi sargento era Alfredo Pérez Rubalcaba [carcajada de ambos]. Yo me licenciaba, nos tuvieron una semana más y pensé lo peor... A lo que quería llegar es que para quienes veníamos del Partido Comunista fue muy importante que la dirección del PC siempre estuvo en contra de ETA.
Recordar el pasadoL. R. A. La primera manifestación civil contra ETA la convoca Comisiones Obreras en verano de 1978 en repulsa por el asesinato del periodista José María Portell. Luego ya vino el PSOE, enseguida, pero ellos fueron los primeros.
A. D. Y. Por eso me gustó tanto hacer la película, porque me dio para pensar, para leer y para recordar las cosas que nos tocaron vivir, que no fueron... Hubo momentos en que ETA asesinaba un día sí y otro no.
L. R. A. Es que la Transición no fue pacífica. Hubo, sumados todos los muertos, unos quinientos. Esa percepción de aquellos años como pacíficos está en revisión. La Transición fue modélica en lo político, pero no pacífica.
A. D. Y. Por eso esta película es tan compleja... A Susana Abaitua le debo mucho, porque está todo el rato en pantalla. Yo estoy acostumbrado a actrices con solera, como Victoria Abril o Penélope Cruz, y nunca había trabajado con Susana. Sin embargo, tuve una intuición... y ha superado lo esperado, ha llevado Un fantasma en la batalla a unos extremos... La secuencia final, que no podemos desvelar, es una idea creada entre ella, las productoras y yo. Por cierto, además de los consagrados, como Raúl Arévalo o Ariadna Gil, me he encontrado a unos actores vascos inmensos.
La Transición fue modélica en lo político, pero no pacífica"
L. R. A. ¿Y cómo entró Ariadna?
A. D. Y. Me estaba tomando un café con Viggo [Mortensen, protagonista de Alatriste] y me dijo que iba a bajar Ari. Yo, que ya había trabajado con ella, encantado. Se sentó y al momento pensé en lo mucho que se parecía a Anboto [María Soledad Iparraguirre, alias Anboto, histórica dirigente de ETA]. La quise a ella. Porque, como se diría en el toreo, tiene plaza. Me explico: entra en el rodaje y sabes que va a pasar algo. A mí me gusta mucho cómo se mueven y se sientan los intérpretes. Ari aparece y no hay que explicar que es una de las jefas de ETA. Se nota. Bueno, las pelis nacen mucho de la suerte. Las decisiones importantes a veces las tomas hasta un año antes del rodaje. Y luego esperas que vayan encajando. Clint Eastwood decía que cuando eliges a un actor, ya has escogido el 90% del personaje. Y como te equivoques...
L. R. A. Y está muy bien esa historia en paralelo de la protagonista con la etarra Begoña [encarnada por Iraia Elías]: las dos van hacia ese no futuro, sus vidas avanzan.
A. D. Y. Es que los wésterns clásicos son así. No se sabe dónde acaban los protagonistas. Y en este caso hay un juego añadido en que son dos mujeres, es otro universo.
L. R. A. Tampoco has eludido las torturas desde las fuerzas de seguridad.
A. D. Y. Es que existieron, y el guion se lo pasé a la Guardia Civil con esos diálogos incluidos. Ellos saben que fue un enorme error humano y profesional.
L. R. A. El final de la película tiene un componente político claro, cuando hablas del fin de ETA gracias al esfuerzo de las fuerzas de seguridad y de la sociedad. Ahora hay una parte de los políticos y los medios que aseguran que ETA ganó y la democracia perdió. Para mí Un fantasma en la batalla deslegitimiza el terrorismo sin necesidad de caricaturizar a los terroristas.
A. D. Y. Yo lo pienso así porque he hablado con gente desde la misma Guardia Civil a ministros de Interior que así me lo han contado. La idea moderna de la victoria es un poco absurda en ese concepto tonto de aniquilación total. En la misma Alemania posterior a la II Guerra Mundial hubo mandos procedentes del nazismo porque hay que pactar para avanzar. Y en España, especialmemte, siento que las victorias y las derrotas se alargan en el tiempo. A ETA se la derrotó como había que hacerlo, desde las fuerzas de seguridad y desde la sociedad. Y se hizo bien, a pesar de algunos desfases, cierto. La Guardia Civil me confirmó que ETA fue dificil de combatir porque era una organización muy ordenada, con un santuario en Francia y todo un ejército de reservistas en el País Vasco. Con la edad, uno sabe que la vida es más compleja de lo que parece. Yo tengo mi opinión como ciudadano y como cineasta; las películas son películas. Si alguien la quiere usar como elemento político, es su problema. Por eso me gusta, Luis, que la veas solo como lo que es, una película. Nosotros contamos historias y esta vez ha tocado una ambientada en esta época de ETA... y lo que venga, vendrá.
EL PAÍS