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El escritor, historiador y periodista Donato Ndongo-Bidyogo, será desahuciado hoy de su casa de Murcia de los últimos 30 años

El escritor, historiador y periodista Donato Ndongo-Bidyogo, será desahuciado hoy de su casa de Murcia de los últimos 30 años

El escritor, periodista e historiador ecuatoguineano Donato Ndongo-Bidyogo, de 75 años, afincado en España desde mediados de los 90 y considerado una de las voces más relevantes de la literatura y la historia africana en castellano, está a punto de ser desahuciado. La orden de alzamiento, que comenzó a gestarse hace tres años, se ha fijado para este lunes 7 de julio, lo que ha desatado una ola de indignación entre la comunidad afro-española, pero también de solidaridad con esta leyenda viva de la crítica contra la dictadura de Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial. Ndongo-Bidyogo recibe un par de días antes a EL PAÍS en la casa en la que ha pasado los últimos 30 años, un adosado en la zona norte de Murcia, en el entorno del polo empresarial de Juan Carlos I. Un pequeño jardín de entrada con enormes cactus y plantas de considerable envergadura dan paso a un salón con las paredes cuajadas de máscaras, cuadros y estatuillas africanas, muchas de las cuales son premios que ha ido recibiendo a lo largo de su extensa trayectoria.

La historia de Ndongo-Bidyogo es extensa. Nació en Niefang hace casi 75 años, cuando Guinea Ecuatorial era todavía una provincia española y se trasladó a Madrid en 1965, con 14 años. Estudió Historia y Periodismo porque ya desde adolescente “tenía claro que quería contar la historia de África desde la realidad de un africano, no desde el punto de vista europeo, como se ha contado siempre”. Inició su carrera profesional en la revista Índice, en la que se estrenó informando sobre la Revolución de los Claveles, y pasó luego por otros medios de comunicación como Diario 16, Mundo Negro y también EL PAÍS, hasta que en 1981 fue contratado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para dirigir el colegio mayor Nuestra Señora de África, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, que llegó a convertirse, explica, en un centro de estudios y actividades culturales africanistas.

Afable y calmado, Ndongo repasa la historia de su vida con profusión de detalles, encadenando fechas, lugares y nombres sin consultar documentación en ningún momento, haciendo gala de una memoria asombrosa. Tras su paso por el colegio complutense, en 1985 el Ministerio de Exteriores le propuso regresar a su Guinea natal como director adjunto del Centro Cultural Hispano-Guineano de Malabo. La dictadura de Teodoro Obiang había comenzado hacía seis años, y al literato le pareció una buena oportunidad para volver a su país, pero sin tener que estar vinculado al régimen, de una manera independiente. Además de la dirección adjunta del centro cultural, Ndongo comenzó a colaborar como corresponsal de la Agencia EFE y en 1992 fue designado su delegado.

“En esos años, no se sabía públicamente, pero se sabía, que los americanos estaban haciendo prospecciones petrolíferas y que el régimen de Obiang cometía abusos y torturas. Yo lo veía con mis ojos y, como periodista, pero también como ecuatoguineano, no podía callar. Ser delegado de EFE multiplicó las hostilidades del régimen contra mí. Nunca me torturaron, pero era continuamente amenazado e insultado. Luego pasaron a una estrategia de ofrecerme cargos en ministerios. No los rechazaba, pero la oferta decaía cuando preguntaba si me iban a dejar trabajar o sería un mero adorno para tenerme callado”, explica.

A principios de 1994, narra, un alto cargo del régimen guineano lo amenazó de muerte, llegando a apuntarlo a la cara con una pistola, lo que motivó su regreso a España. Antes, intentó establecerse en Gabón y montar allí una delegación de EFE, que no llegó a cuajar. Asegura que el exministro Miguel Ángel Moratinos, en aquel momento Director General de Asuntos para África, le llamaba semanalmente para pedirle que rebajara el tono crítico de sus informaciones, a lo que se negó.

De vuelta en España, sin trabajo, se instaló en una vivienda que había comprado en el municipio murciano de Los Alcázares durante su estancia en Guinea y pasó los siguientes años publicando novelas y ofreciendo conferencias sobre el continente africano hasta que en 1999 ganó un concurso convocado por la Universidad de Murcia para crear un Centro de Estudios Africanos. Ese contrato, y el nacimiento de su hijo mayor, le motivó a cambiar su residencia a la casa de Murcia sobre la que ahora pesa una orden de desahucio y en la que está viviendo solo en estos momentos: sus dos hijos están estudiando en la universidad, en Madrid y Granada respectivamente, y su mujer se encuentra temporalmente en Francia cuidando de su madre.

El contrato con la Universidad de Murcia finalizó en 2004, y entre 2005 y 2008 Ndongo se trasladó a Estados Unidos con un contrato como profesor visitante de la Universidad de Misuri. Las constantes negativas de la administración americana para conceder permisos a su familia para instalarse con él le llevaron de vuelta a España, donde ya no volvió a tener contratos estables, más allá de colaboraciones en medios de comunicación y charlas y conferencias.

Una pensión de mil euros

Ello, unido a que la Seguridad Social no reconoce como cotizados los años que trabajó en Guinea Ecuatorial, hicieron que al llegar a la jubilación, la pensión no fuera la que esperaba: apenas cobra 1.000 euros al mes. “Ahí empezaron los problemas económicos. Además, en los últimos años hemos priorizado el financiar la educación de los hijos. El mayor acaba de licenciarse en Empresa en Madrid y la pequeña estudia el tercer curso de Política en Granada”.

El banco, CaixaBank, lleva tres años alertando de que la situación de desahucio era inminente. Ndongo rehipotecó su casa de Los Alcázares, que ya tenía pagada, para tratar de reconducir la situación, y acabó perdiéndola, pero no saldó con ella su deuda. “Siempre he cumplido la ley. He trabajado, he cotizado, he pagado mis impuestos y, al final, no me han reconocido la cotización de parte de mi trabajo. El banco no me ofrece ninguna alternativa, porque lo único que solicita es dinero, y dinero, no tengo”, apunta.

La entrevista es interrumpida en numerosas ocasiones por visitas de amigos en el domicilio y llamadas y mensajes al móvil. La respuesta de Ndongo es amable, pero contundente al rechazar los ofrecimientos de familiares, amigos y conocidos para acogerlo en sus residencias. “Mi casa es esta, y no voy a salir de ella. No voluntariamente. Tendrán que sacarme maniatado o muerto. Y tendrán que sacar todo lo que hay dentro. Excepto estas paredes, todo lo que hay aquí es mío. Mis discos, mis libros, mis muebles. Hasta mis plantas”, insiste.

Le “reconforta”, dice, saber que es una persona “apreciada”. La comunidad africana en Murcia, a través de la asociación Afromurcia en Movimiento, ha puesto en marcha una campaña de apoyo a través de las redes sociales y ha convocado a la ciudadanía este lunes en el domicilio de Ndongo para evitar que se produzca el desahucio. “No soy ni optimista ni pesimista. Me limitaré a esperar con calma, la misma calma que he intentado mantener siempre, incluso cuando colocaron una pistola delante de mi cara”, mantiene.

EL PAÍS

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