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Guy de Maupassant: Cómo la sífilis descontrolada afectó a los artistas y escritores de la Belle Époque

Guy de Maupassant: Cómo la sífilis descontrolada afectó a los artistas y escritores de la Belle Époque

La locura siempre se ha asociado al talento artístico. Verdad o mito, es cierto que hay artistas entre los locos y locos entre los artistas. Sin embargo, hay una forma de locura muy común en el siglo XIX y principios del XX que hoy, prácticamente no existe. Sorprende constatar tal hecho, dado que –no sin razón– podríamos considerar que el mundo está cada vez más loco. Sin embargo, estamos hablando de un tipo de trastorno mental asociado con una infección hoy totalmente prevenible y curable: la sífilis.

La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual (ETS) causada por una bacteria llamada Treponema pallidum, sensible a la penicilina (descubierta en 1928) entre otros antibióticos. También en la segunda década del siglo pasado comenzaron a producirse masivamente preservativos de látex, que evitan su contagio.

Pero ¿qué pasaba antes de la penicilina y el látex?

Suele citarse un antiguo adagio médico que parece datar del siglo XVII: “Una noche con Venus, una vida con Mercurio”, porque ese elemento era lo único que se conocía para controlar la progresión de la enfermedad. La verdad es que no es muy seguro que la controlara, de lo que no cabe duda es de la toxicidad del remedio. Causaba caída del cabello y los dientes, úlceras en la piel, sangrado y neuropatías.

Epidemia descontrolada

En el siglo XIX, la sífilis era una epidemia descontrolada. Sobre todo, entre los jóvenes bohemios del París de la Belle Époque, que hacían ostentación de una vida dada al disfrute y el descontrol sexual. Tanto que se dio en llamarla “Mal francés”.

Así, ha pasado a la historia de la Medicina con el nombre de un poeta francés uno de los signos cardiovasculares más característicos de la sífilis avanzada: la oscilación rítmica de la cabeza relacionada con la insuficiencia aórtica se llama signo de Musset. Musset, el poeta que describió de una manera encantadora la bohemia parisina de la primera mitad del siglo XIX, cuyos personajes –Museta y Mimí– llegaron hasta el tango pasando antes por la ópera, falleció de sífilis muy joven.

Pero hablábamos de sífilis y locura, y de eso los franceses también dejaron ejemplos relevantes. La última etapa de la enfermedad podía afectar gravemente el cerebro, provocando delirios de grandeza y persecutorios. Guy de Maupassant, cuentista prolífico y genial, dejó el recuerdo de sus conductas desajustadas entre los editores de la época, aunque hoy nos acordemos solamente de su magnífica obra, obviando tales excentricidades.

Manchas por sífilis. Archivo Clarín.Manchas por sífilis. Archivo Clarín.

Resulta paradójico que el éxito le haya llegado muy joven con Bola de sebo, un relato magistral que hace eje en una prostituta gordita que usa la sífilis como arma contra el enemigo en tiempos de la Guerra Franco–prusiana. Porque esa misma enfermedad lo llevaría a morir años más tarde en un asilo para dementes.

El primer Maupassant es un autor, más que nada, costumbrista, que describe la sociedad de su época en relatos cargados de una ironía incisiva y un humor ácido. Tanto la frivolidad de la élite de la metrópolis como las mezquindades de los provincianos de la Normandía donde nació. Sin embargo, él mismo confiesa su fascinación por la locura en la voz del narrador de otro de sus cuentos: Miss Harriet

"Me atraen los locos. Esas gentes viven en un país misterioso de sueños extraños, en esa nube impenetrable de la demencia donde todo lo que han visto en la tierra, todo lo que han amado, todo lo que han hecho, empieza de nuevo para ellos en una existencia imaginada al margen de todas las leyes que gobiernan las cosas y rigen el pensamiento humano. Para ellos no existe lo imposible, lo inverosímil desaparece, lo mágico se vuelve constante y lo sobrenatural familiar.”

Una escritura inquietante

Si bien la locura atraviesa toda su obra, en sus últimos cuentos es el eje de una escritura inquietante. "El Horla" es el relato autobiográfico –en forma de diario– de un hombre que percibe una presencia aterradora en su propia casa. El Horla (nombre que el narrador da a ese ente pertubador) es invisible y silencioso. Sin embargo, está ahí. Hay una certeza total de eso, como sucede con todos los delirios. El narrador cree encontrar una prueba: van disminuyendo sus reservas de leche, como si el monstruo se alimentara con ella. Si bien lucha, al principio, termina resignándose a ser controlado por el intruso.

Guy de Maupassant, cuentista prolífico y genial, dejó el recuerdo de sus conductas desajustadas entre los editores de la época. Foto: archivo Clarín.Guy de Maupassant, cuentista prolífico y genial, dejó el recuerdo de sus conductas desajustadas entre los editores de la época. Foto: archivo Clarín.

"¡Estoy perdido! ¡Alguien posee mi alma y la gobierna! Alguien ordena todos mis actos, todos mis movimientos, todos mis pensamientos. Ya no soy nada en mí, nada sino un espectador esclavo y aterrado de todas las cosas que realizo".

La locura se ha apoderado del narrador, como años después lo haría con el mismo Maupassant. De donde la mayoría de los estudiosos concluyen que este relato da cuenta de como la perturbación mental generada por la sífilis iba avanzando y condicionando su producción literaria.

Pero… siempre hay un pero. Resulta que se encontró una primera versión del cuento que precede en siete años a la publicación del que conocemos, cuando el autor todavía no estaba afectado por la neurosífilis. Así que quizá "El Horla" no haya sido producto del delirio de Maupassant sino de su prodigiosa imaginación. Loco o no, sus cuentos (en especial los tres que nombro en estas líneas) merecen leerse.

Silvia Horowitz nació en Buenos Aires en 1961. Es médica psiquiatra y psicoanalista. Ha publicado cuatro novelas. La más reciente es 1989, un país embrujado (2022).

Clarin

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