Megan Maxwell, un diálogo íntimo con la reina de la novela romántica

Con más de 60 libros publicados y más de 6 millones de ejemplares vendidos, Megan Maxwell es una de las escritoras más influyentes del género romántico. Sus obras, como la serie Pídeme lo que quieras, han sido adaptadas al cine y la televisión, y son conocidas por su enfoque en el empoderamiento femenino y la exploración de la sexualidad desde una perspectiva femenina. En un hotel de lujo del centro de la ciudad de Buenos Aires, la escritora española bestseller recibe a Clarín durante su regreso a la Argentina luego de diez años.
Megan Maxwell vino con su hija, Sandra Miró, que también se dedica a la escritura y lleva diez libros publicados. Para la autora, esto es un orgullo enorme. Lo dice así: “Si hubiera sido panadera o zapatera, también habría estado igual de contenta. Pero estoy encantada de que me acompañe en el oficio”.
Antes que escritora, Maxwell fue una ávida lectora, hábito que imitó de su mamá, quien leía vorazmente novelas románticas. A esa pequeña Maxwell le despertó curiosidad qué mantenía a su madre tan absorta durante horas. Para ella, el principal éxito de sus novelas se debe a sus lectoras: “Yo puedo escribir 200 libros y si a la gente no le gusta y no quiere comprar mi libro, no lo compra. Son ellos los que deciden. No es la editorial ni soy yo”, afirma.
En el análisis de venta de libros, el género romántico se sitúa entre los más comprados en la Argentina. Incluso, suele ser su éxito comercial el que remonta el mes en las editoriales. Sin embargo, pese a convocar multitudes, se lo menosprecia en el ámbito cultural tildándolo de “comercial”.
“Hay muchos culturetas que piensan que cuando algo se vende mucho, sea un libro, una canción o una película, es porque es comercial. ¿o sea, qué más da? Si es comercial es porque a la gente le está gustando y porque esa temática o lo que sea le llega. Y si yo a través de mis novelas hago que la gente lea, ¿dónde está el mal?”, señala Maxwell a Clarín.
Megan Maxwell. Foto Juano Tesone.
A este prejuicio sobre el género romántico se suma otra crítica: la del “entretenimiento” como algo banal. “Hay mucha gente que sigue creyendo que la novela romántica no es literatura. Parece ser que para que sea considerada literatura tiene que ser algo lleno de palabras rimbombantes o algo críptico”, explica la escritora.
Y luego cuenta: “Cuando era más pequeña, iba a las librerías a comprarle libros a mi madre. Me acuerdo que llegaba y preguntaba ‘¿Tienen ustedes libros de Julie Garwood?’. Me miraban con cara rara y luego me decían ‘sí, al fondo, abajo’. Estaban escondidos. Hoy en día, ir a la librería y ver tanto mi libro como el de otros compañeros en primeros puestos, digo: ‘Ole, ¡qué bien!’. Ha habido un cambio porque los lectores son los que deciden lo que van a leer”.
Este fenómeno se refuerza con el hecho de que las lectoras se animaron a leer novela erótica sin importar la mirada ajena. “De unos años para acá, el panorama ha cambiado mucho porque antiguamente muchas mujeres, cuando leían una novela erótica, forraban el libro. Hoy en día, si tú quieres ir leyendo un libro de erótica como mujer o como hombre, te importa tres pepinos lo que el otro piensa”, reflexiona.
–¿Creés que el feminismo colaboró con estos cambios en los hábitos de lectura?
–El feminismo ha ayudado, sí. En España, cuando la novela romántica y erótica empezó a funcionar mucho, se decía que era porno para mamás. Me parece una palabra horrible, muy ofensiva, porque yo nunca he escuchado porno para papás. Menos mal que todo ha ido cambiando.
En España, cuando la novela romántica y erótica empezó a funcionar mucho, se decía que era porno para mamás.
–¿Recordás cómo fue el proceso de escritura de tu primera novela?
–Escribí el libro que se llamaba Casi una novela en papel porque no tenía ordenador. Mis amigos venían a casa y yo tenía los papeles encima de la mesa. Me decían: “¿Eso qué es?”, y respondía: “Es casi una novela”. Y cuando la terminé, se tituló así. Se lo di a leer a mi madre y a mis tías. También, cuando tenía tiempo libre, me ponía a escribir y, como no tenía presión, tardaba ocho o nueve meses en terminar un libro, hasta que llegué a tener como doce manuscritos en el cajón.
–¿Tu mamá podría ser quizás tu primera editora?
–Sí, claro. Pero mi madre no era objetiva. Para ella todo era bonito. A mí me hacía ilusión, pero sabía que faltaba otra lectura. Fueron ellas quienes me incentivaron a enviarlos a editoriales. Porque cuando cogía un libro y veía la contratapa, ponía “licenciado en Derecho”, “licenciado en lo otro”. Yo pensaba: “¿Y si no soy licenciada en nada? ¿Quién me va a publicar?”. Pero lo envié. Lógicamente, me respondieron que no, pero, ay, amiga, cuando recibo un no sale esa parte guerrera mía. Entonces fui por el sí hasta que lo conseguí.
Megan Maxwell. Foto Juano Tesone.
–¿Hiciste cursos de escritura para acompañar tu trabajo?
–Sí, vi un curso de escritura de novela y me apunté. El profesor nos fue preguntando a todos qué tipo de novela íbamos a escribir. Yo dije que iba a escribir una novela chick lit al estilo Sexo en Nueva York, divertida. Y me dijo: “Tú no tienes ninguna visión de futuro, a ti nadie te va a publicar ese libro. Eso solo se publica en Estados Unidos o en Inglaterra”. Y yo respondí: “¿A mí qué más me da? Yo escribo lo que me da la gana. Y como nadie me va a publicar, nadie me va a quitar de escribir lo que yo quiera”. Total, que hicimos el curso y el último día había que enviar los primeros capítulos de una novela. Yo ya tenía doce novelas para ese momento. El profesor no recibió mi ejercicio final y le pareció raro porque yo era muy cumplidora. Me llamó por teléfono: “No me has mandado el último ejercicio”. Le respondí: “Mira, he escrito un libro de 300 y pico páginas y somos 30 y tantos alumnos. Como cada alumno te haya escrito un libro de 300 páginas, te puedes morir”. Me acuerdo que me dijo: “No, quiero leerlo porque he estado siguiendo toda la historia y quiero saber qué has hecho al final”.
–Sí. Se lo envié. Al día siguiente me llamó: “Me ha encantado”. Que te diga eso alguien que no sea ni tu madre, ni tu tía, ni tu prima, le da un poco más de valor. “¿Y qué tal si te lo publico?”, me preguntó. “¿Cómo?”. Y se empezó a reír. Me dijo: “Es que soy un editor que hace estos cursos para ojear. Y el día que te dije que no tenías visión de futuro y me respondiste que escribías lo que querías, dije: ‘Esta chica tiene algo que contar’”. Él publicó mi primera novela.
–A pesar de las críticas, el género romántico está en el top de los más vendidos. ¿Qué devolución te hacen tus lectoras?
–En España siempre me dicen: “Megan, eres la Justin Bieber de las librerías”. Me hace mucha gracia. Me dicen: “Cuando sacás tu libro, salvás el mes”. Me hace muchísima ilusión. Y no solo con mis libros, también con los de otros compañeros y compañeras. Además, las lectoras de novela romántica no leen un libro al mes; leen cinco o seis. Entonces, la novela romántica es lo que nos salva, pero en los periódicos parece que sigue siendo considerada de segunda. Aquí estamos nosotras para defenderla.
–En otras entrevistas, contaste que tenés un vínculo muy cercano con tus lectoras.
–Bueno, es que yo llevo mis redes sociales, y ellas lo saben.
Megan Maxwell. Foto Juano Tesone.
–¿Podrías compartir alguna devolución de lectura que te haya impactado?
–Me han pasado muchísimas cosas. Una vez una chica me escribió: “Megan, tengo cáncer y estoy yendo a hacerme la quimio. Me llevo tu libro Las ranas también se enamoran. Estaba leyéndolo ahí, partida de risa. Mis compañeros de quimio me preguntaron qué leía. Como lo revisaron tanto, pidieron comprar el mismo libro. El siguiente día hicieron un club de lectura. La lectora me mandó una foto, y estaban todos enganchados a la quimio con el libro. Solamente pensar que les he hecho sonreír a esas cinco personas, para mí fue mucho”.
–Muchas te agradecen que las hayas ayudado a “empoderarse”.
–Sí, muchas mujeres me dicen: “Gracias a tus libros me di cuenta de que tenía que encauzar mi vida por otro lado”. También me escribió un marido, todo cabreado: “Mi mujer se ha empoderado y se ha divorciado de mí. Espero que le pagues la pensión alimenticia”. Pero normalmente me cuentan anécdotas muy, muy bonitas. De hecho, una de mis mejores amigas hoy en día la conocí gracias a mis libros.
–¿Te inspiras en historias de personas cercanas para escribir?
–A veces sí. Mis amigas me cuentan cosas y muchas veces les digo: “Eso me lo guardo”, pero le cambio el nombre a las circunstancias. O veo una persona y digo: “Ay, te quiero escribir un libro”. ¿Tú sabes quién es Can Yaman? Es un actor turco que tuvo mucha fama en una telenovela. Mis amigas me insistían en verla, y aunque no tenía tiempo, la vi y pensé: “Jolín, está impresionante. A este le escribo yo un libro”. El siguiente libro me inspiré físicamente en él. En mis novelas hay muchas cosas mías que solo sé yo, y también pienso que le pasa al resto de los escritores: dependiendo de cómo te levantes, así avanza el libro ese día.
En mis novelas hay muchas cosas mías que solo sé yo, y también pienso que le pasa al resto de los escritores.
–Si te levantás de mal humor, ¿un personaje muere?
–Sí, digo: “Hoy se muere alguien”.
–Pero tus libros tienen finales felices. ¿Cuál es la importancia de esos desenlaces?
–Yo hago finales felices porque sé que quienes me leen quieren desconectar. Nada más les falta que yo encima les dé otro disgusto. Intento que sonrían. Creo que los finales felices son necesarios porque la vida ya da muchos finales infelices.
–Presentás ahora la décima entrega de Las guerreras de Maxwell. ¿Cómo trabajás la extensión de la saga?
–Después de escribir Deseo concedido, no pensé que haría diez libros. Escribí la historia para mí, por eso la protagonista se llama Megan. Me creé una historia de cómo me habría gustado que fuera mi vida si hubiera vivido en el siglo XIII. Luego decidí escribir la segunda entrega. Pero con este número quiero terminar. Va a haber más guerreras, pero de otra saga. No quiero matar a Duncan y Megan. Quiero que sean felices con sus nietos e hijas.
–La saga Pídeme lo que quieras será adaptada al cine. ¿Cómo vivís ese proceso?
–Como lectora, cuando adaptan una historia que me gusta, quiero ver lo que he leído, y no siempre pasa. Con Pídeme lo que quieras, hay gente que no ha visto reflejado lo que leyó. Contentar a todo el mundo es muy complicado. Intenté que me escucharan lo máximo posible; a veces me hicieron caso y otras no. Ahora, en la segunda película, me han prometido que me escucharán más. Cuando escribí el libro pensé en Paul Walker para el protagonista. Por desgracia, falleció en un accidente.
- Es una reconocida y prolífica escritora del género romántico que vive en un precioso pueblecito de Madrid. De madre española y padre estadounidense, ha publicado más de cincuenta novelas, además de cuentos y relatos en antologías colectivas.
- En 2010 fue ganadora del Premio Internacional de Novela Romántica Villa de Seseña, y en 2010, 2011, 2012 y 2013 recibió el Premio Dama de Clubromantica.com. En 2013 recibió también el AURA, galardón que otorga el Encuentro Yo Leo RA (Romántica Adulta), y en 2017 resultó ganadora del Premio Letras del Mediterráneo en el apartado de novela romántica.
- Pídeme lo que quieras, su debut en el género erótico, fue premiada con las Tres Plumas a la mejor novela erótica que otorga el Premio Pasión por la Novela Romántica y llevada a la gran pantalla por Versus Entertainment y Warner Bros. Pictures España.
Clarin