Muere a los 88 años Manuel de la Calva, mitad del Dúo Dinámico y pilar en la historia del pop español

El cantante y compositor barcelonés Manuel de la Calva, pionero indiscutible en la historia del pop español y mitad desde hace más de seis décadas del histórico Dúo Dinámico, que integraba junto a Ramón Arcusa, ha fallecido este martes a los 88 años de edad víctima de un cáncer. Fue el propio Arcusa el encargado de comunicar en la red social X la pérdida de su eterna pareja artística, al que define como “amigo del alma, más que hermano, compañero de cien aventuras y de mil canciones”. Con el adiós de De la Calva se resquebraja la formación más adelantada, longeva y precoz que ha conocido la música popular española, por más que el tándem centrara el grueso de su actividad durante la década de los sesenta y luego permaneciese fuera de la circulación durante largos periodos.

Manuel y Ramón no eran almas gemelas, sino entes complementarios; un ejemplo perfecto del yin y el yang en términos creativos. El propio De la Calva describía en 2006 a este periodista las enormes diferencias de temperamento entre él y su otra cara musical de la moneda. “Yo soy el extrovertido y el optimista a ultranza; Ramón, el serio, duro y perfeccionista. Pero teníamos algo en común: éramos inteligentes”, resumía. Y así surgió la química entre ambos cuando coincidieron en Barcelona, aún jovencísimos, en el departamento de delineantes de la fábrica de motores Elizalde, S.A.
La anécdota es legendaria, pero verídica: los dos, musiqueros de pro, hicieron buenas migas y se animaron a preparar una interpretación de White Christmas para la fiesta de Navidad de 1958. Los compañeros de la oficina, encandilados con la conjunción de sus voces, les insistieron en que acudiesen de inmediato a La comarca nos visita, el programa entonces más popular en Radio Barcelona. Allí se personaron el 28 de diciembre de aquel mismo 1958 y comunicaron al locutor su recién decidido sobrenombre artístico: The Dynamic Boys. Pero el bueno de Enrique Fernández, que se apañaba muy malamente con el inglés, decidió anunciarles al mundo como El Dúo Dinámico. Había nacido el primer y más fulgurante fenómeno de fans de la historia española, en unos tiempos de grisura en los que, desde luego, a nadie se le habría ocurrido hablar de viralidad.
Manolo de la Calva, mi amigo del alma, más que hermano, compañero de cien aventuras y de mil canciones nos ha dejado hoy.No lloréis por él, no le gustaría. Fue el alma de Dúo, siempre alegre, optimista, positivo. Cantad con él en esta despedida.
Gracias por tanto, amigo. Ya… pic.twitter.com/C6SH8RSvFw
— Dúo Dinámico Oficial (@DD_ManoloRamon) August 26, 2025
Manuel y Ramón eran simpáticos y arrolladores, además de talentosos. Conjugaban el pellizco vitalista de la juventud con el candor deseable en una época poco propicia para las osadías, por más que millones de chavalitas acabaran canturreando a principios de la nueva década aquello de Quince años tiene mi amor sin que sus padres se llevaran las manos a la cabeza. Al contrario, los dos –el alto y el bajo, el introspectivo y el expansivo– ponían voz y rostro al ideal del joven aseado y emprendedor, al yerno perfecto que podía entrar en casa no solo en las portadas de su abrumadora catarata de singles, sino también como protagonistas de cromos, portadas de revistas (no menos de 200, en un cálculo conservador) y hasta la entrega semanal de un tebeo que publicaba la todopoderosa editorial Bruguera.
También diseminaron por los quioscos de todo el país hasta dos millones de postales con sus fotografías. “Imprimir cada una nos costaba 90 céntimos y la distribuidora nos las pagaba a dos pesetas. Fuimos los pioneros en eso del marketing”, relataba con los años el mismo De la Calva con su inquebrantable bonhomía.

Manuel y Ramón no solo emulaban a los Everly Brothers en términos de versatilidad y compenetración vocal, sino que se erigían en paradigmas, casi en arquetipos. Al igual que acabaría sucediendo con John, Paul, George y Ringo, perfilados de manera que cada seguidor/a escogiese a su Beatle favorito, las chavalas suspiraban alternativamente por cada uno de los dos dinámicos. “Eran un atlético y un ascético, un pinta y un catequista, un ligón y un tímido”, les describiría muchos años después su gran amigo y biógrafo Carlos Toro Montoro, autor de la letra de aquel Resistiré que en 1988 se erigió en himno de madurez y sirvió para el fulminante relanzamiento del tándem, y que amplió su ya colosal eco cuando Almodóvar lo incluyó en la película ¡Átame! (1990) y cuando millones de ciudadanos lo abrazaron de manera espontánea en 2020 como grito de autoayuda ante la tragedia del coronavirus.
Pero el Dúo Dinámico ya tenía más que aseguradas unas cuantas páginas en la historia musical, social y sentimental del país con su avalancha de éxitos a 45 revoluciones de los primeros años, desde Perdóname a Somos jóvenes, Quisiera ser, Esos ojitos negros, Balada gitana, Yo busco una muchacha como tú, Mari Carmen, Oh Carol o Lo nuestro terminó. Seis años les bastaron para entregar a la imprenta la friolera de 31 epés o discos de cuatro canciones, un catálogo de 124 títulos que dejaba pequeñas las producciones fonográficas de otros héroes juveniles como Miguel Ríos, Los Bravos o Los Brincos. Cuando su ascendente en primera persona declinó, el dúo evidenció olfato y habilidad reorientando su trabajo a la faceta autoral, en la que el La la la con el que Massiel triunfó en Eurovisión (1968) fue el ejemplo más paradigmático. Con los años, Ramón se convertiría en mano derecha de Julio Iglesias como productor y compositor, mientras que Manolo ejerció como consejero de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) durante cerca de dos décadas.
En su emotivo mensaje de despedida, Arcusa pide a los seguidores: “No lloréis por él, no le gustaría. Cantad con él en esta despedida”. Es un buen resumen para el talante del ahora desaparecido De la Calva, y del propio Dúo como un ente que sigue gozando de vigencia entre no menos de tres o cuatro generaciones. Las canciones de Manuel y Ramón eran bondadosas y afables, movían a la sonrisa y el cosquilleo hormonal sin meterse en berenjenales. “Nuestra revolución consistió en que el país pasara de Lucho Gatica, los boleros, el lazo y el esmoquin a nuestro pantalón blanco y suéter rojo”, relataba Manuel. “Y aunque con los ojos de hoy nos parezca cándido, en su día supuso un ejercicio de rebeldía increíble”. El régimen franquista los toleró, sin duda, pero los nietos de aquella chavalería también bendijeron aquel repertorio tierno e inmaculado cuando el Dúo encabezó el cartel del festival Sonorama (Aranda de Duero) en agosto de 2018, igual que había sucedido con Raphael cuatro veranos antes.

Como en la película Espérame en el cielo, la clave de De la Calva y de su compinche fue no meterse nunca en política. Manolo había sentido por vez primera el aroma del escenario a los 15 años en el club de jazz Hondo, en la calle Muntaner, donde el mismísimo Tete Montoliú le acompañaba al piano para que practicase en los ratos libres clásicos como Moon indigo o Sweet Georgia Brown. Y ya por entonces aquel muchacho humilde y vivaz vio clara su hoja de ruta. “Nuestras familias tenían gente en los dos bandos. Mi tío había muerto en un campo de concentración y eso se convirtió para mí en un antídoto contra la política. Por eso, tanto Ramón como yo nos centramos en labrarnos un futuro laboral un poco mejor”. A fe que, con mucho mérito, lo consiguieron.
EL PAÍS