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¿Y si Pinochet hubiese sido un vampiro? Hoy, en Netflix, la sátira política que estuvo nominada al Oscar

¿Y si Pinochet hubiese sido un vampiro? Hoy, en Netflix, la sátira política que estuvo nominada al Oscar

Tal cual suena. Hay una película en la plataforma de vídeo bajo demanda (VOD) de Netflix, que convierte a Augusto Pinochet en un vampiro. Esta mezcla de sátira política, humor negro y estética gótica está firmada por el chileno Pablo Larraín, responsable de otros biopics poco convencionales, como Jackie, Spencer o María Callas, fue candidata al León de Oro y ha estado nominada al Oscar a mejor fotografía.

Con un tono sarcástico y una puesta en escena en blanco y negro, la obra plantea una pregunta que resuena en la memoria de América Latina: ¿qué pasaría si un dictador nunca muriera y siguiera alimentándose del país que desgarró? En el quincuagésimo aniversario del golpe militar de 1973, Larraín regresó a su país con una propuesta que iba más allá del revisionismo histórico.

Foto: Andrew Garfield y Robin de Jesus, en la película de Lin-Manuel Miranda. (Netflix)

Tras sus incursiones internacionales, el cineasta retomó la figura de Pinochet y la reformuló desde un punto de vista grotesco y mordaz, apoyado por un guion firmado junto a Guillermo Calderón. El Conde combina crítica sociopolítica con elementos de terror y fantasía. Jaime Vadell da vida a un Pinochet de 250 años que, tras fingir su muerte, se retira a una mansión en la Patagonia junto a su esposa Lucía Hiriart.

Rodeado por sus hijos codiciosos y un mayordomo ex torturador, el vampiro entra en una crisis existencial: se siente traicionado por su país, más por haber sido acusado de ladrón que por los crímenes cometidos. La aparición de una monja contable, enviada para exorcizarlo y descubrir su fortuna saqueada, añade un giro teológico que arremete contra el legado del dictador y la hipocresía de ciertas instituciones religiosas.

El conde clava sus colmillos a la figura del fascismo como mal de Estado, pero también lanza una advertencia sobre cómo la ultraderecha sigue encontrando terreno fértil. No se trata solo de una sátira: es una visión feroz sobre la herencia de la dictadura, donde lo más ofensivo para el protagonista no son las acusaciones de asesinato, sino el ser visto como un vulgar ladrón. Una atrevida historia que, con su humor, deja un regusto incómodo.

El Confidencial

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