En La Scala de París, los números ganadores del Circo Baobab
%3Aquality(70)%3Afocal(3368x2795%3A3378x2805)%2Fcloudfront-eu-central-1.images.arcpublishing.com%2Fliberation%2FX32WKY7RE5A4FLDQ2QYVCWYP74.jpg&w=1280&q=100)
Comienza con las piernas abiertas mirando al público, una posición mitad acrobática, mitad ginecológica, quien anuncia el programa del espectáculo, Poblada en gran parte por artistas femeninas (seis de las nueve que componen la compañía). Durante una buena hora, una serie de números, a modo de sketches, a veces misteriosos, a veces más literales, abordan la situación de la mujer en Guinea-Conakry, en una mezcla acertada –y a la vez arriesgada– de arte africano y nuevo circo occidental.
Circus Baobab es un colectivo itinerante de artistas guineanos, nacido en 1998, y luego reinvertido en 2021 con nuevos artistas de circo, muchos de los cuales fueron descubiertos en las calles de Conakry y se hicieron famosos a gran velocidad durante una etapa en el popular espectáculo La France un talento increible . Sobre el escenario desnudo, estos jóvenes y mayores, vestidos con coloridos trajes híbridos –mezcla de trajes tradicionales y camisetas deportivas– practican aparatos sacados del paisaje guineano: los bloques de hormigón gris de la ciudad, en equilibrio sobre la cabeza como mercancías, y los troncos blancos, que sirven de pértiga china o de viga desde la que lanzarse en un triple salto. Acompañan todos sus números con canciones en lengua sussou y bailes diversos que mezclan pasos locales con toques de hip-hop globalizado.
En esta mezcla, como un mosaico bien tejido, acróbatas y equilibristas cuestionan en sus cuerpos la relación entre hombres y mujeres en su país. Si
Libération