Tras el triunfo de JJ, Austria debe promover un Eurosímbolo de unidad

La victoria del artista austro-filipino JJ significa que su país, Austria, será la sede de la próxima edición del concurso musical. El diario conservador “Die Presse” llama a los organizadores a promover el diálogo internacional.
"En 2026 se celebrará en Austria la septuagésima edición del Festival de la Canción de Eurovisión", señala Die Presse . Al ganar Eurovisión 2025 con la canción Wasted Love, el cantante austro-filipino JJ (nombre real Johannes Pietsch) "ofreció una actuación mágica que fue recibida con gritos de alegría", se lee en la portada de la edición del 19 de mayo del periódico vienés. Siguió los pasos de Udo Jürgens y Conchita Wurst y ayudó a la República Alpina a ganar el concurso musical por tercera vez en su historia.
Pero JJ no sólo trajo gloria a su país. Su actuación es más bien una “victoria sensacional que tendrá consecuencias”. Especialmente en el nivel financiero. La radiodifusión pública austriaca, la Österreichische Rundfunk (ORF), tendrá que sustituir a su homóloga suiza y organizar la famosa competición europea en 2026.
En las próximas semanas se debatirán varias cuestiones: ¿Dónde se celebrará exactamente la competición? ¿En Viena, Innsbruck u Oberwart? Y, sobre todo, ¿cómo? ¿Cómo se puede financiar un evento de estas características, por el que la emisora debe pagar al menos 30 millones de euros, en este período de austeridad para la ORF?
Aunque estas nuevas responsabilidades corren el riesgo de provocar tensiones en Austria, Die Presse prefiere alegrarse. “La septuagésima edición del concurso musical es en sí misma una oportunidad para recordar cuándo y por qué se creó Eurovisión: como símbolo de unidad después de la Segunda Guerra Mundial ”. En estos tiempos difíciles, es alentador ver a millones de espectadores viendo un evento cultural compartido al mismo tiempo. Este es un “punto culminante”.
En este contexto, el diario conservador pide que ningún país quede excluido de la competición, ya sea Israel o Rusia. “Los boicots culturales rara vez son una decisión inteligente a largo plazo”, argumenta. “Al mantener puentes entre culturas, a menudo posibilitamos encuentros directos entre personas que no piensan lo mismo, pero que pueden unirse en un plano donde no se derrama sangre”.
Courrier International