Academia Mexicana de la Lengua evoca a Gutiérrez Vega a 10 años de su muerte

Academia Mexicana de la Lengua evoca a Gutiérrez Vega a 10 años de su muerte
Daniel López Aguilar
Periódico La JornadaViernes 26 de septiembre de 2025, p. 5
Ayer se cumplieron 10 años de la partida de Hugo Gutiérrez Vega (1934-2025). Para celebrar su legado, la Academia Mexicana de la Lengua organizó un homenaje difundido por YouTube y Facebook ((http://bit.ly/3VBnvSf).
Coordinado por Silvia Molina, el acto reunió a Liliana Weinberg, Felipe Garrido y Sara Poot Herrera, quienes coincidieron en que “su palabra sigue siendo brújula para entender la poesía como viaje, duda y refugio”.
Desde el inicio se evocó a un hombre de múltiples oficios: abogado, actor, diplomático, periodista cultural, académico, director de instituciones y suplementos, y sobre todo poeta y lector incansable.
Al ocupar la silla 34 de la corporación en 2012, Gutiérrez Vega lo había dejado claro: “La poesía no necesita de mucho para sobrevivir. Es, como todas las patrias de los hombres, el lugar de la partida y el regreso, la Ítaca en los ojos del alma”.
La ensayista y crítica literaria Liliana Weinberg subrayó la condición itinerante de su palabra. Rememoró al niño que, con admiración ingenua, abordó al poeta Francisco González León en Guadalajara para decirle: “Yo sé que usted es poeta”.
La anécdota, teñida de humor, anticipaba la ironía que acompañaría siempre a Gutiérrez Vega. Weinberg destacó cómo sus versos, reunidos en títulos como Los pasos del nómada o Peregrinaciones, ofrecen geografías interiores y exteriores: Inglaterra, Brasil, Grecia y el Caribe, pero también Lagos de Moreno y la Ciudad de México.
“Su poesía nos invita a caminar, a mirar, a escuchar. La literatura y la vida se cruzan hasta confundirse”, afirmó la también ensayista.
El escritor Felipe Garrido lo definió como “hombre de mundo”. Relató su labor diplomática en países tan diversos como Italia, Chipre, Grecia o Puerto Rico, su rectorado en la Universidad Autónoma de Querétaro y su dirección de Casa del Lago y de la Revista de la Universidad.
Pero donde más lo conoció fue en La Jornada Semanal, que durante la década que la dirigió se transformó, dijo, “en el suplemento cultural del país”.
Puntualizó que Gutiérrez Vega fue un poeta de la duda, alguien que “se interrogaba a sí mismo, se contradecía, buscaba varias salidas para un mismo dilema”. Esa actitud crítica, añadió, lo hacía un interlocutor apasionado: “no alineaba a nadie en una sola ideología, disfrutaba las diferencias”.
Silvia Molina, amiga cercana, narró sus días como agregado cultural en Londres, donde su casa se convirtió en refugio para escritores, poetas y diplomáticos. “Él y Lucinda Ruiz, su esposa, eran anfitriones generosos, con humor y gracia. Era un hombre de naturaleza dulce y cariñosa, memorioso, culto y conversador fascinante”.
También puso énfasis en su origen familiar en Lagos de Moreno, Jalisco, los teatros de Guadalajara que marcaron su infancia y su temprano interés por la escena. Fundador del Teatro Cómicos de la Legua, actor y director de vocación, nunca renunció al escenario: “Para él, la poesía también era un modo de actuar el mundo”.
Por su parte, la investigadora Sara Poot Herrera se refirió al humanista y al cronista de las migraciones. Evocó su poema “Niño en la arena”, en el que Gutiérrez Vega habla al pequeño ahogado en Turquía, símbolo del drama de los desplazados: “Pareces dormido, pero no lo estás. Estás muerto. Te has ido porque este mundo de fronteras y garrotes no te merecía”. “Ese poema enlaza al niño de los Altos de Jalisco con el niño del mar, y muestra cómo la voz del autor trasciende fronteras”.
Poot Herrera cerró con la lectura de “Samarcanda”, donde el autor funde paisajes asiáticos con recuerdos mexicanos, prueba de que su palabra siempre tendió puentes entre mundos distantes.
Sus colegas coincidieron en que la palabra de Hugo Gutiérrez Vega “mantiene intacta su vigencia, hecha de preguntas, humor y amor. Encarnaba al escritor capaz de transformar su vida en literatura y la literatura en vida”.
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