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'El Pacificador': El superhéroe contra los juguetes sexuales

'El Pacificador': El superhéroe contra los juguetes sexuales

Basta ver carteles, fotogramas, tráilers o escenas sueltas de El Pacificador para pensar que es una cosa entre Pocoyó y los Teletubbies. El look del superhéroe (Peacemaker, en inglés) gustaría a los niños de cinco años, porque, de hecho, este protagonista salido del cómic lleva una especie de orinal en la cabeza, y dentro de ella no hay cosas mejores. Le acompaña una banda colorida de personajillos estrafalarios y, en fin, ¿quién puede querer ver esta basura? Tiene un 8,3 en Imdb.

Me vi esta basura porque no había nada mejor que hacer, y tuve que empezar por el piloto, con prisa porque acababa de estrenarse la segunda temporada. Desconozco muy sanamente el, así llamado, Universo DC, del que no sé si forma parte Spiderman, Espinete o José Luis Ábalos. Se quejaban nuestros mayores de tener que aprenderse la lista completa de los reyes godos. Ahora los niños, jóvenes y cinéfilos adultos desviados se saben cuatrocientos nombres de superhéroes o villanos, y la infancia de todos ellos, como si cayera en un examen.

El Pacificador, como prueba esta reseña, no precisa de ningún conocimiento previo, o la falta del mismo no hace que te pierdas en sus tramas y referencias. No hay trama, apenas, y las referencias son fascistas, así que no te puedes perder.

La propuesta de James Gunn, creador, guionista y director de la serie (y ahora más famoso por haber dirigido, supongo que con menos obscenidad, el nuevo Superman) es una mezcla de South Park y The Office. Básicamente, los personajes se pasan media hora manteniendo diálogos demenciales y delictivos antes de llegar a una escena de acción, bastante chula, que hace avanzar la trama. La trama: unas mariposas extraterrestres (en serio) se han metido en el cerebro de la gente y quieren dominar el mundo. Hay que acabar con las mariposas.

Desconozco el Universo DC, del que no sé si forma parte Spiderman, Espinete o Ábalos

Eso es todo. Ocho capítulos de cazamariposas que, en realidad, dan juego a los chicos de efectos especiales, pero que no constituyen el grueso del relato. El grueso del relato es el cerebro, nada homologable, de James Gunn.

Por un lado, abundan los chistes o monólogos ingeniosos sobre la propia condición de superhéroe. Por otro, hay juguetes sexuales por todas partes, que sirven como micrófono confuso o para eso para lo que sirven los juguetes sexuales o, en fin, epatan. El sexo sucio, sin sexo de ningún tipo (nadie se desnuda o lo practica), está por todas partes, frases de cuñado, de choni, chistes de boda en su último tramo, gracietas sobre culos y penes… Así van pasando los minutos.

Lo curioso es que hacen gracia, quizá por insistencia o por falta de costumbre. Hacía tiempo que no veía una serie tan gamberra, desenfadada y criminal.

Dicen muchos tacos y les dejo una frase para ilustrar todo lo que puede ilustrarse sobre este asunto: “Yo te vi salir del coño de tu madre”.

Esto lo dice el padre del Pacificador, que es quien acumula la referencialidad fascista. Juega con fuego James Gunn con este personaje, interpretado memorablemente por Robert Patrick, ya saben, T1000 en Terminator 2. Es el clásico padre americano conservador, muy categórico con sus hijos, experto en armas y odiador de judíos y de razas no especulares. También tiene una habitación secreta (y “cuántica”) donde fabrica esos orinales que se pone su hijo en la cabeza, y que eventualmente pueden servir como rayos X o para disparar proyectiles. Él y su banda se visten como miembros del Ku Klux Klan, y hacen el saludo fascista. Si esto no es “jugar con fuego”, no sé qué es.

Foto: superman-james-gunn-david-corenswet

John Cena da vida al superhéroe, que no sé por qué es superhéroe, pues no tiene más poderes que su insondable estupidez. John Cena lo hace de maravilla, es un gran actor de tonterías y eso sólo debe ser posible si no ha pasado por ninguna escuela de actuación. Viene de la lucha libre. La esposa de James Gunn, Jennifer Holland, acompaña a Cena en sus misiones, y esto es interesante porque antes de ser la novia del director (desde 2015) no salía en ninguna película. Ahora resulta que es la actriz perfecta para dar vida a Emilia Harcourt.

Viola Davis, de la que ya comentamos aquí que vive desanimada porque no le dan tantos premios como a Meryl Streep, tiene la coquetería de aparecer en la serie, pero sin que su nombre figure en los créditos.

Esto puede extrañarles antes de escuchar algunos de los diálogos de El Pacificador. Por ejemplo: “Ella era nuestra jefa.” “¿Ella? Por qué sabes que era mujer.” “Tenía vagina”. “¿Los aliens tienen vagina? ¿Cómo se llamaba?” “Nosotros no bautizamos a nuestros genitales”.

Viola Davis, que vive desanimada porque no le dan tantos premios como a Meryl Streep, tiene la coquetería de aparecer

En la segunda temporada, ahora en marcha en HBO, la trama gira en torno a ese espacio cuántico que les comentaba, donde el padre nazi guardaba armas altamente sofisticadas. Resulta que el cuarto permite viajes en el tiempo, realidades paralelas y cosas así, “grietas dimensionales”. En realidad, es otra excusa más, como la de las mariposas, para seguir encadenando chistes de mal gusto y explosiones.

Una broma muy simpática es que la esposa del director, o sea, el personaje de Emilia Harcourt, acude al psicólogo y este le diagnostica “masculinidad tóxica”. Emilia se pasa toda la serie tumbando hombres golpes, es muy agresiva y reconcentrada, así que sufre “masculinidad tóxica”.

Luego salen todas las drogas del mundo y muchos desnudos frontales.

Vamos, Pocoyó se ha hecho mayor, y los Teletubbies acaban de entrar en el after.

El Confidencial

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