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¿Fue Cervantes gay?

¿Fue Cervantes gay?

“Mi película sobre Cervantes será un termómetro de la homofobia en España”, declaró a La Vanguardia Alejandro Amenábar unos días antes del estreno, hoy viernes, de El cautivo . Y, efectivamente, entre filólogos y académicos la mera hipótesis de que el autor de El Quijote tuviera una relación homosexual con el bajá de Argel ha provocado unas décimas de calentura.

“No hay el menor indicio de que eso pueda ser demostrado, sino todo lo contrario”, aduce Jordi Gracia, que ve interesada la polémica y la atribuye a una “campaña de marketing”. Cervantes rondaba la treintena y tenía la mano a la virulé durante su largo cautiverio, no era ningún efebo que pudiera formar parte del “mercado de muchachos”, argumenta el catedrático de la Universitat de Barcelona (UB), autor de una biografía del manco de Lepanto.

“Están como un cencerro”, se rasga las vestiduras Guillermo Serés ante la ausencia de un solo documento o referencia que, salvo las habladurías de un fraile dominico que le tenía ojeriza por alguna razón, hable de unos amoríos a los que Cervantes “no se hubiese prestado”.

“Venía de Lepanto hecho polvo y no era un palaciego que pudiera entrar en el serrallo”, alega el catedrático de la Autònoma (UAB), que lamenta que la cansina búsqueda de “heterodoxias” en un Cervantes al que se ha hecho converso, erasmista e incluso masoquista distorsione la imagen que los alumnos puedan hacerse del gran clásico castellano. “¡Paparruchas!”, concluye.

Pero ni Gracia, que critica el “chantaje emocional” del planteamiento de Amenábar, ni Serés ven en su rechazo a la “conjetura”de El cautivo homofobia alguna, sino simple rigor filológico, ya que, además, Cervantes hizo una “feroz denuncia del uso sexual” de los jóvenes cristianos en Los baños de Argel.

Pese a su relativa incomodidad, ambos eruditos coinciden en que “eso no le quitaría ningún mérito” al gran literato, pero es Carme Riera la que va más allá y afirma que la homosexualidad de Cervantes “es una posibilidad como cualquier otra”, por más que los textos no permitan deducir nada y la película de Amenábar sea una “interpretación” de un cineasta, eso sí, “con todo el derecho” a hacerla.

“Cada época –añade la académica especialista en el Siglo de Oro– se acerca a los clásicos según sus propios intereses; en este caso, el creador da su punto de vista, que es muy digno de respeto”. De la posible homosexualidad de Cervantes, además, se venía hablando desde hacía tiempo, recuerda Riera.

“Ya en la treintena y con la mano hecha polvo, Cervantes no era un efebo”, aducen los críticos con la idea de Amenábar

Aparte de las insinuaciones, por otra parte muy propias de la época, que pudiera hacer Lope de Vega, enemigo literario del autor de El Quijote, en sus versos satíricos, Fernando Arrabal, en su condición de enfant terrible de las letras hispánicas, pero que “no sabía nada”, replica Serés, dejó ir su fantasía en una obra boutade que sirvió de base a “este invento de locos” .

“Yo trato de desmontar el mito que se ha creado y hablo del hombre que hay tras ese héroe ejemplar”, tercia José Manuel Lucía Megías, autor de la iconoclasta biografía Cervantes íntimo, que ha asesorado a Amenábar en el guion de su película.

Italia y Argel, los lugares en los que estuvo el novelista antes de volver de su cautiverio, eran más libres que la España de la época, donde la religión hacía de las relaciones homosexuales un pecado y el derecho civil un delito, razona el catedrático de la Complutense, por lo que Cervantes pudo vivir allí experiencias distintas, fuera del control al que estaban sometidos el sexo, el deseo y el amor en su patria.

Pero eso no quiere decir que Cervantes fuera gay tal como hoy entendemos el concepto. En el siglo XVII la sexualidad no estaba tan presente como en la sociedad actual –en la que la pornografía acecha en las pantallas– y la comunidad homosexual, que no existía como tal, estaba lejos de celebrar su condición con orgullo y de ir añadiendo siglas al colectivo LGTBI+.

Por eso, tanto Amenábar como Lucía Megías responden con un rotundo no a la pregunta del título. No, Cervantes no era gay. Aun así, es plausible que tuviera relaciones sexuales con hombres. ¿Por qué? Porque pasó cinco años y medio cautivo en Argel, de donde trató de escaparse cuatro veces y no recibió castigo alguno por ello.

Y ahí el papel del veneciano renegado Hasán Bajá, gobernador de la ciudad bajo el imperio otomano, se erige en la clave del misterio. “Suscribo hasta la última coma de la ficción de Amenábar, que plantea una historia de amor entre él y Cervantes en la película”, sostiene Lucía Megías, que define El cautivo como “un canto a la tolerancia”.

La ficción es ficción y en la vida real no se dejan muestras escritas de los encuentros sexuales, los deseos o los sueños, razona el cervantista, consciente del revuelo y la polémica que ha desatado la película entre quienes todavía no la han visto.

Amenábar cree que aunque Cervantes no fuera gay, bien pudo tener una relación con el bajá de Argel, un renegado veneciano Una “amistad horaciana” “Frecuentó el palacio, no la cama”

Excusatio non petita, accusatio manifesta. Una de las razones que han llevado a especular con una aventura amorosa entre Cervantes y Hasán Bajá es que tras su costoso rescate, de 500 ducados de oro, el escritor regresó a España con una declaración en la que una serie de testimonios desmentían que hubiera renegado de la fe cristiana o que hubiera mantenido relaciones sexuales con otros hombres. “Lo hacían todos, era una especie de salvoconducto después de haber estado en un lugar peligroso”, explica Lucía Megías, que no ve necesaria esa hipótesis para dar verosimilitud a la ficción. Los años pasados en Argel, admite Serés, sí pudieron alumbrar una “amistad horaciana” entre señor y cautivo, porque el veneciano y el español compartían el gusto por las artes y la lectura: “Que frecuentara el palacio no quiere decir que frecuentara la cama”, sentencia.

En cualquier caso, ya que del sexo real con otros hombres difícilmente se podrán encontrar pruebas, y no valen las “cosas viciosas, feas y deshonestas” a las que se refirió el envidioso Juan Blanco de Paz al ver partir a Miguel de Cervantes de Argel, así como tampoco será fácil hallar testimonios de su deseo homoerótico, si lo hubo, del que en su obra no hay apenas rastro, lo que no arroja lugar a dudas, según apuntan los expertos, es el canto a la amistad entre varones que trasluce su literatura, con Don Quijote y Sancho de la mano.

lavanguardia

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