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Ariana Harwicz: "Tengo algo para decir y lo digo, no me importa si creen que es correcto"

Ariana Harwicz: "Tengo algo para decir y lo digo, no me importa si creen que es correcto"

“Nunca creí que iba a ser escritora, que yo terminaría estando del lado de ellas, las que leía, como Virginia Wolf”, dice Ariana Harwicz, que se arroja rápido a explicar que no se compara con la autora de Las olas, y se ríe por haber hecho la aclaración, pero a la vez se pone seria porque a veces en estos tiempos que corren hace falta, y retoma el hilo de la charla, que a la vez se ramifica y se va armando el árbol de la conversación, que con ella es así: crece en altura y produce oxígeno.

Harwicz vino a la Argentina directo de Francia, donde vive desde 2007. Llegó el 14 de julio y se queda hasta el 26 de agosto. Ahora está un rato en Buenos Aires. Acaba de volver del noveno Festival Internacional de Literatura de Tucumán (FILT). En breve parte a Entre Ríos, a la 13ª Feria del Libro de Paraná. Tuvo actividades en la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Mar del Plata, dio un curso virtual en el Centro Cultural San Martín y participó de un ciclo de conversaciones de la Maestría en Literaturas de América Latina de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). En medio, presentó Bestias perfectas. El caso Lucio, de Mariana Komiseroff, pasó por la Feria de Editores (FED), vio amigos, dio notas y planea, ya, su mayo de 2026, cuando vuelva al país para el estreno en el Teatro Colón de la ópera Dementia, de la que escribió el libreto.

¿Quieta? Nunca. Harwicz llega desde algún lugar. Abre la puerta con el sobretodo puesto, dice que tiene tiempo para la charla y que después también debe ir a otro lado. El tiempo en sus manos corre en x2. Habla, se distrae, escucha un ruido afuera que podría ser un perro, mira ideas que tiene anotadas en su cuaderno, vuelve a la conversación. Para explicar algo, muestra las notas que va tomando en su celular para lo que será su próximo libro, el primero de cuentos. El apunte es igual a ella: un rándom con conceptos sesudos, música, pensamientos filosóficos, reflexiones, argumentos varios.

No creía que sería escritora, pero en 2024 le dieron un Diploma al mérito en el Premio Konex Letras, período 2021-2023. Dice que de chica se imaginaba directora de cine. Tal vez por eso sus cinco novelas –Matate amor (2012), La débil mental (2014), Precoz (2015), Degenerado (2019) y Perder el juicio (2024)– son tan visuales. Es justo, también entonces –y un trabajo que se tomó– que sean más que un libro. De las primeras tres, hubo y hay obras de teatro. Ahora, también, existen dos películas, una lista y otra en pre-producción.

La débil mental subió a escena dirigida por Paula Herrera Nóbile, que también hizo un corto en 2019 y fue seleccionado en varios festivales internacionales, entre otros el Bafici. Precoz hace años está en salas de todo el país, protagonizada por Valeria Lois con puesta de Lorena Vega. En 2018, Harwicz fue finalista del prestigioso Booker Prize por Die, My Love, la traducción al inglés de Sarah Moses de Matate, amor, que –y acá se ramifica la info– es un unipersonal protagonizado por Érica Rivas, con dirección de Marilú Marini y también película, dirigida por Lynne Ramsay, producida por Martin Scorsese y protagonizada por Jennifer Lawrence y Robert Pattinson. Un alto para respirar. La anfitriona, que está de paso en lo de su madre, ofrece café.

Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro. Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro.

Die, My Love tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Cannes, donde era una de las favoritas a la Palma de Oro y se llevó una ovación de nueve minutos. “La vi por primera vez ahí”, cuenta la autora del libro. Pero eso pasó en mayo, un siglo en su vida rítmica. Igual, se acuerda de varios detalles.

–¿Cómo fue estar en Cannes?

–Raro. Que la primera impresión de la película sea con tanta gente alrededor y Jennifer Lawrence a dos butacas me dejó elaborando aún el tema. Se va a estrenar en Mubi en noviembre y ahí se me va a terminar de armar la sensación. También la voy a ver como a mí me gusta: sola en un cine en donde nadie sepa que estoy, con pocas personas en la sala, en alguna función de la tarde.

–¿Qué te generó la ovación de nueve minutos?

–Fue increíble, pero no fue para mí. Yo no participé en nada. No me dejaron estar en el proceso de guion ni me mostraron o consultaron nada antes. Al final resultó muy genial y extraño, porque la película es muy fiel al libro. Va más a fondo, de hecho. La directora, cuando agradecía, repetía “espero haberlo hecho bien” como un mantra, lo dijo tres veces. Yo pensaba, al verla, que así es como se siente un verdadero artista, que apuesta todo y después no sabe qué va a pasar. Si no, estás haciendo una fórmula. Y eso otra cosa, pero no un proceso creativo o artístico.

–¿Te hubiera gustado participar del guion?

–Ya me voy a vengar en la próxima, ja ja.

–¿Es concreto que va a haber otra película de otra de tus novelas o es un deseo?

–Sí, es concreto. Obra de teatro y película de Perder el juicio. En la obra estoy involucrada en la dramaturgia. Para la película, estamos ya desde el inicio de la producción. Aun no tenemos director, y estamos buscando. Cuando esté, ahí se va a ver qué es lo mejor, cuál es la forma de trabajo, si hacemos el guion juntos, si se llama a alguien más… es algo que depende de cómo se arme el equipo, y quién sea la persona. Y sí, tengo en mente algunas ideas de quiénes podrían ser.

–No necesito que la directora sea mujer, aunque es un poco lo que se espera desde afuera. Quiero que sea alguien que haga cine de autor. Hay un director nórdico que me interesa, por ejemplo, porque me gusta esa cosa fría, de thriller, aunque tampoco sea lo esperable para esa novela. Creo que le imprimiría, podría capturar, otra de las cosas que están en la historia.

–De Cannes a Tucumán y Paraná. ¿Es lo mismo?

–Sería lo correcto políticamente decir que para mí no hay diferencia en todos esos espacios, que Cannes y Tucumán, por ejemplo, son iguales. Y no es que no sea así, en un punto. Yo lo pienso. Pero también es verdad que es distinto. Es diferente estar en Cannes, por ejemplo, o cualquier festival internacional, en el sentido de que hay otros intereses en juego. Pero sí, yo les doy la misma importancia. A mí me importan todos esos mundos. Y me encanta que Scorsese produzca una película de mi primera novela, claro. También me interesa, necesito saber, qué pasa en Tucumán, quien escribe en Córdoba, para encontrar a otros autores, estar en mi país de esa forma. Acá en Buenos Aires entrás a una librería y no encontrás con tanta facilidad autores de otras provincias. También me interesa llegar a otros lectores, porque yo dialogo ahí. Es mi forma de no aislarme, de seguir presente en mi país política, literaria y humanamente.

Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro. Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro.

–¿Tiene que ver con eso tu uso de las redes, donde sos bastante polemista?

–Claro. Imaginate que estoy en un lugar perdido en el campo, en Francia. Es interesante el término “polemista”. Lo acepto en un punto, pero creo que tiene más que ver con valentía: tengo algo para decir y lo hago, no me importa si es correcto para lo supuestamente correcto.

–Te han criticado algunos intelectuales por no decir algo puntual contra Milei. ¿Por qué no hablás del tema?

–Mirá qué interesante eso. Por ejemplo, yo nunca dije que estaba de acuerdo con Milei, pero el silencio se interpreta como un apoyo. Hay una gran presión para pronunciarse sobre determinados temas. No sé qué pienso sobre Milei porque no vivo acá. No es que tengo miedo de decir lo que pienso, o que no sé qué pienso porque soy tarada. Hay mucha censura desde el progresismo, ahora, en referencia a muchos temas. Eso va variando. A veces la censura la ejerce la derecha.

Cueste lo que cueste

“Está bueno decir todo con coraje y que te cuiden a la vez”, reflexiona Harwicz luego de la charla, ya por Wahtsapp. Ella no termina las conversaciones ni las entrevistas o las sesiones de fotos. Todo le interesa y le importa, así que continúa, retoma, se ramifica, brota, germina. En realidad, es que sigue pensando. Lo dice porque a veces sus opiniones se usan para algo diferente a lo que ella quiso exponer. Es la posverdad y coso.

Usa mucho su cuenta de X. Ahí dice cosas como: “Se está poniendo muy de moda entre algunos artistas odiar a Israel y a los judíos en las redes y entregas de premios, pero hacer películas con productores judíos e interpretar a sobrevivientes de la Shoah, del Bataclan o del 7/10. Con esos roles después reciben premios. Qué raro”.

Y no se retracta ante el pedido general de época. Levanta su apuesta y denuncia: “Librerías y teatros en Berlín y París rechazaron lecturas sobre el 7/10 por miedo a represalias. Agentes literarios aconsejan a sus autores no ir con ciertos autores para no perjudicar sus carreras. Toda la cultura se divide entre quienes se dejan intimidar y quienes no".

Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro. Ariana Harwicz en Buenos Aires. Foto: Francisco Loureiro.

Sobre este tema no le cuesta para nada hablar en persona, pero antes quiere saber bien en dónde se para su interlocutor. No le es difícil: calibra todo con dos preguntas y una intuición informada. “Muchos judíos se cambia el apellido, como antes. Los que cancelan a veces están de un lado y otras, del otro. Ahora parece que hay que posicionarse contra el sionismo, o sos nazi, te bajan de conferencias, festivales. Cuando digo esto me responden 'pero vos estas acá '. Yo, mi caso personal, tal vez estoy en alguno de esos 'acá', pero no es lo que pasa en lo general”, dice. Y agrega: “Hay muchos artistas que sienten que tienen que salir a decir algo sobre Palestina para que no los condenen. Realmente creo que hay un estado de fragilidad y amenaza de muerte sobre los judíos en el mundo, que en la actualidad se deja de ver”.

–Yo no soy una especialista en Medio Oriente ni en Israel, no soy especialista en religión o en historia. Soy como una especie de antropóloga cultural del campo literario, que es un poco en lo que se convierte un escritor, fatalmente. Desde ese lugar me parece interesante pensar que hoy en día hay una situación, al menos en Occidente, de renuncia de los intelectuales y los artistas a tomar el riesgo de pensar solos.

–¿En qué artistas o situaciones lo ves?

–Por ejemplo, con lo que pasó con Rosalía, ahora con David Grossman. Creo que lo que hay una puesta en acto de una extorción y presión para que los intelectuales y los artistas digan todos lo mismo. Y en la medida en que un artista o un intelectual no diga lo mismo sobre categorías como el feminismo, lo LGTB, las minorías, los judíos, si no se suman o se pliegan al discurso general, entonces sufren las consecuencias: la marginalización, la cancelación, la autorenuncia por acoso, las amenazas de muerte…

ariana harwicz la autora de mátate amor con jen y robert en cannes pic.twitter.com/xJWXqjca5M

— mila (@buzcuttseasons) May 18, 2025

–¿Creés que es un mal de época?

–Bueno, digamos que esas son las cosas que siempre sufrió un intelectual: la presión. Pero hoy es una presión, comillas, en nombre del bien. Como si fuera: “Te presionamos a que digas esto, pero en nombre del humanismo y del progresismo”. Esa presión existe y hay una gran mayoría, diría casi todos, que la acepta. Quizás esto se va a develar en cinco, diez o quince años, pero ya va a ser tarde para los que fueron marginalizados en vida. Y esto lo constato en librerías, en festivales, por ejemplo. Es como un clima cultural, la atmosfera cultural 2025.

Clarin

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