El encuentro sexual de un héroe solar y la diosa de la fecundidad arroja luz sobre la misteriosa mitología íbera

La mitología íbera vinculada a la arqueología del sol y de otros astros ha recibido un importante espaldarazo tras el hallazgo de un hito gigantesco en El Fontanar, en Jódar (Jaén), un monumento pétreo con la representación de una unión sexual entre divinidades, único en la cultura íbera. Se trata de un ritual que tenía lugar durante el solsticio de invierno y que recrea físicamente la metáfora de una hierogamia, un encuentro sexual, mítico y mágico, de un héroe solar y una diosa de la fecundidad, frecuente en el mundo antiguo mediterráneo.
El Fontanar es un monumento pétreo, pseudonatural y de grandes proporciones de época íbera, que, en el orto, al amanecer, del solsticio de invierno, verifica un efecto extraordinario asociable a un rito sacro. El monumento está compuesto por dos unidades, una es una gran piedra vertical de 5,3 metros que tiene forma apuntada en su parte superior y que delante, en la pendiente donde se levantó el monumento, se apoya en dos piedras cilíndricas de tamaño más reducido. “El conjunto expresa la forma del órgano genital masculino, con un gran pene y los testículos delante, mirando hacia la salida del sol en el solsticio de invierno”, explica el arqueólogo Arturo Ruiz, profesor emérito y referente internacional en el estudio de la cultura íbera, que ha participado en la investigación en El Fontanar.
El otro elemento descubierto es un abrigo de 6,8 metros de altura de puerta, que representa la forma del órgano genital femenino, con la forma triangula del útero, al que, al disponerle una gran piedra en la parte superior que cierra la entrada de la cueva, le han creado formalmente las trompas de Falopio. Y, al mismo tiempo, una aproximación de las piedras laterales en la parte inferior definen los labios interiores de la vulva. El resultado que han podido constatar los arqueólogos es que en el solsticio de invierno el sol sale por el extremo cónico del falo y proyecta la sombra de este hacia la cueva hasta alcanzar en pocos minutos la vulva femenina representada en la parte inferior de la puerta del abrigo, instante en que la sombra comienza su retroceso, al levantarse el sol en el cielo.
El rito del Fontanar forma parte de un mito que se ha podido reconstruir recientemente en la cultura ibera, asociando imágenes como las de la pequeña arula o prisma del oppidum de Puente Tablas en las cercanías de la capital jiennense, los estudios de arqueoastronomía, el paisaje observable en el horizonte y los hitos arquitectónicos de la Puerta del Sol del mismo oppidum.

Según el profesor Ruiz, medalla de oro de las Bellas Artes, de este modo se ha fijado que durante los siglos V-IV a. C. se desarrolló allí la liturgia de un mito, que a grandes rasgos, comenzaba en agosto, en el orto helíaco de Sirio (astro que representaba la diosa), con la llamada al héroe, seguía con el descenso de héroe al inframundo, la catábasis en noviembre, en el ocaso acrónico de la constelación de Orión; continuaba con la égersis o resurrección del héroe en el solsticio de invierno y finalizaba con la hierogamia entre el héroe, ya semidios, y la diosa en el equinoccio de primavera. “En aquel momento, en la Puerta del Sol, se exponía la estela de la diosa, que se subía la túnica larga hasta la altura del vientre para recibir el sol (el héroe) en su salida matinal”.
De estas cuatro fases en el valle del Jandulilla de Jaén, que controlaba los príncipes de Iltiraka, (oppidum de Úbeda la Vieja), se seleccionaron dos momentos del mito. La primera de ellas es la catábasis que quedó representada con el heroon de El Pajarillo (Huelma), descubierto en 1994, una torre en cuya cima se exponía un conjunto escultórico que representaba una lupomaquia, la lucha entre un héroe y un lobo, en presencia de leones y grifos, sus protectores (que se conserva en el Museo Ibero de Jaén). Cada ocaso del solsticio de invierno, además se producía un efecto astronómico cuando el sol rodaba por una colina frente a la torre del Pajarillo, configurando el rito de la catábasis, representada primero en las esculturas con el triunfo del héroe sobre el lobo, guardián del inframundo, y después el descenso heroico, con la rodada solar.
El otro momento seleccionado era la hierogamia de El Fontanar, tras haber resucitado ese mismo día, en el orto del solsticio de invierno. La liturgia desarrollada en el recorrido a través del valle del río Jandulilla debía ser practicada, aprovechando la falsa parada solsticial del sol a fines de diciembre, de sur a norte, desde el nacimiento hasta la desembocadura del río en el Guadalquivir, ante el oppidum de Iltiraka, siguiendo la narración mítica con las sucesivas paradas de El Pajarillo y El Fontanar.

“El mito de la catábasis o del descenso al inframundo es un tema mediterráneo que se vincula al nacimiento del héroe fundador que se identifica con el sol, que en su fase nocturna conecta con los antepasados del linaje de los aristócratas regentes y durante el día aporta con su calor y luz la fertilidad a los campos”, expone Arturo Ruiz. Se conocen estas catábasis míticas o descensos al inframundo en Osiris egipcio, Gilgamesh, Baal o Melkart en Oriente Próximo; en Odiseo o Heracles en Grecia, en Eneas en Roma y entre los iberos se documenta en los relieves del Heroon de Pozo Moro, en Albacete, en el héroe Nokaki / Oka gracias al ara y ala puerta del Sol del oppidum de Puente Tablas y en el héroe de Iltiraka, se desconoce su nombre, cuya narración se ha podido completar con el descubrimiento de El Fontanar.
La publicación se ha realizado en Complutum, en un número dedicado en Homenaje a Teresa Chapa, catedrática de Prehistoria de la Complutense y arqueóloga muy vinculada a Jaén por su excavación de la Necrópolis de Castellones de Ceal y por su trabajo en el equipo de dirección de las excavaciones de El Pajarillo.
El equipo que publica el artículo cuenta con las firmas de los arqueólogos especialistas en cultura íbera: Arturo Ruiz, Manuel Molinos y Miguel Ángel Lechuga, el descubridor de El Fontanar, Miguel Yanes y el arqueastrónomo César Esteban.
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