Gonzalo Suárez: cómo llegar sin quedarse

Gonzalo Suárez, escritor, director y actor de cine, tiene 90 años y sigue transmitiendo una visión original y atractiva del mundo. El renovador de la narrativa española con novelas como Rocabruno bate a Ditirambo, el cineasta apasionado por lord Byron y Mary Shelley de Remando al viento, vuelve a librerías con una curiosa recuperación: El caso de las cabezas cortadas , un cómic policiaco-surrealista que dibujó en París con veintipocos años. Había quedado inédito y lo recupera la editorial Nórdica, con prólogo de Javier Cercas, quien realizó en su día la tesis doctoral sobre la obra de Suárez.
Le había seguido con gran atención desde hace muchos años pero no le conocía personalmente. Quedamos en vernos en La Taberna del Alabardero de Madrid, pero el encuentro se complicó y finalmente lo mantuvimos por videollamada, con Suárez cómodamente instalado en el citado local. Y empezamos hablando, claro, de Barcelona.
⁄“La época barcelonesa fue la mejor de mi vida. Su sofisticación de los años 60 se me presentó como un alternativa y un impulso”“La época barcelonesa fue la mejor de mi vida –evoca–, llegué a la ciudad con mi mujer desde Francia en 1958 con los bolsillos vacíos y enseguida me sentí acogido. Trabajaba para el editor Luis de Caralt, hacía de todo, desde correcciones hasta llevar paquetes”.
Pronto florecieron las nuevas relaciones. “Mi mejor amigo en aquella época fue Joaquin Jordá. También Ana María Moix, encantadora, muy lista. Habiendo sido dura mi etapa parisina anterior, de repente la sofisticación barcelonesa de los años sesenta se me presentó como una alternativa de vida y un impulso a desarrollar”. Pero los ambientes chic los alternaba con otras atmósferas: “El boxeo me interesaba por estilismo, no era cosa de pegarse sino de hacer fintas, hasta que me rompió una costilla mi hermano”.
Durante un tiempo se dedicó al periodismo deportivo. Contaba con buenos contactos: sus padres estaban separados –algo muy atípico en su época– y la pareja de su madre era el célebre Helenio Herrera, que entrenaba al Inter de Milán. El presidente de este equipo, un importante industrial, le facilitó financiación para sus primeras películas a cambio de unos informes para su petrolera. En Ditirambo, película emblemática de la llamada Escuela de Barcelona, Suárez escribió el guion, dirigió y actuó en el papel principal.

Cubierta de 'El caso de las cabezas cortadas' (Nórdica)
“¡Fue un suicidio!”, exclama. Y aclara: “Me adapté al género de serie negra, me gustaban mucho Chandler y Hammett”. A la vez jugó con la influencia de la nouvelle vague, a la que llegó a través del actor Maurice Ronet. “Me gustaba Truffaut, mas que Godard, pese a que hacía un cine de contexto naturalista mientras que a mí me apetecía salirme del tablero: en mis películas traté de que la cámara llevara la delantera emocionalmente a lo que se narraba”.
El vanguardismo le pasó factura: su ambicioso film de 1970 Aoom, protagonizado por Lex Barker y Teresa Gimpera, “fue un fracaso fenomenal, en el festival de San Sebastián la abuchearon, aunque la venganza ha llegado recientemente, la están recuperando como película de culto”. En ese certamen inició su amistad con el director Sam Peckinpah. “Fue un amor a primera vista, como me ocurrió con Julio Cortázar. La espontaneidad de un encuentro... basta un rato para saber si estás con alguien en la misma onda”.
No recuerda quien dio sus libros al autor de Rayuela ,“quizás Carmen Balcells, que era mi agente. Pero cuando se hizo cargo del boom me dejó en la cuneta, a pesar de que éramos amigos y con su marido, Luis, ibamos a ver boxeo”.
Con veinticinco largometrajes en su haber – Morbo, La Regenta, Don Juan en los infiernos ...– y otros tantos títulos publicados – Gorila en Hollywood, Ciudadano Sade, Las fuentes del Nilo – , afirma que “la realidad del cine y de los libros es que no son reales, eso me llevaba a inventarme un mundo, siguiendo el consejo de Helenio Herrera: no mires donde está el balón, sino qué espacio dejan los contrarios”.
Rodrigo Sorogoyen va a rodar una adaptación de su novela Operación Doble Dos, y Random House reedita La suela de mis zapatos, recopilación de crónicas deportivas. Gonzalo Suárez se sigue viendo a sí mismo como alguien poco acomodaticio: “Cada vez que he llegado a algún sitio, he preferido ir a otra parte a ver qué pasaba”.
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