Las cartas secretas de Jane Austen: Un viaje a la vida de la autora a través de su correspondencia

En Orgullo y prejuicio, Elizabeth Bennet tenía a su hermana Jane de confidente. Elinor Dashwood, la sensata del par en Sensatez y sentimiento, tenía a su contracara en la apasionada Marianne. En la vida real, Jane Austen tenía a Cassandra. La hermana mayor de una de las autoras más emblemáticas de la literatura inglesa fue su amiga más cercana, su principal heredera y la presunta pintora del retrato más conocido de la escritora. El registro de ese vínculo tan íntimo quedó plasmado en las cartas que le escribió Austen, algunas de ellas compiladas en Lejos de Cassandra (Altamarea).
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, anotó alguna vez León Tolstoic. En sus novelas, Austen fue una aplicada pintora de su aldea. Como hija de un clérigo anglicano, Austen gozaba de una buena posición dentro de la sociedad de su época y había podido educarse, aunque siempre dependió económicamente de su familia.
La correspondencia que mantuvo con Cassandra en las pocas oportunidades en que estuvieron separadas, ilustra el universo de la sociabilidad de la burguesía rural en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, que la escritora recreaba en sus ficciones.
Las cartas muestran el costado más banal de la vida de la autora. Austen se queja del precio del té, le cuenta a su hermana las novedades de amigos y familiares, le comenta las obras de teatro que fue a ver.
Jane Austen, destacada novelista britanica. Archivo Clarín.
También, la mantiene al día de sus compras de sombreros y telas para hacerse vestidos y se revela como una devota seguidora de la moda que gasta todo su dinero en guantes. “Supe gracias a la joven de la tienda de la señora Tickars algo que me alegró mucho, que los corsés ahora ya no se hacen para realzar el pecho; era una moda muy impropia y antinatural. Me alegré mucho de saber que los hombros no tienen que estar tan descubiertos como antes”, menciona aliviada en una de sus cartas.
En su escritura brilla un sentido del humor irónico de forma más desinhibida que en sus novelas. “La gente se está volviendo tan terriblemente pobre y ahorradora en esta parte del mundo que no la soporto. Kent es el único lugar en el que se puede ser feliz; allí todos son ricos”, escribe.
Acaso esa naturaleza desenfadada y con frecuencia ligeramente maliciosa, propia del registro privado, fue la que llevó a Cassandra a quemar buena parte de la correspondencia de su hermana luego de su muerte, en un intento, según se intuye, de preservar su reputación y privacidad. Solamente 160 cartas sobrevivieron.
A diferencia de sus novelas, en las que las historias de amor siempre concluían con una conveniente y feliz unión matrimonial, las hermanas Austen nunca se casaron. Cassandra estuvo comprometida con Thomas Fowle, un alumno de su padre que falleció antes de la boda. Sobre los amores de Jane, hay menos pistas.
En sus cartas, Austen menciona haber bailado con Tom Lefroy (un abogado irlandés, pariente de una de sus amigas) de manera “libertina y escandalosa” y luego confiesa sentirse genuinamente deprimida porque no volverá a verlo.
En 2007, la película Amor verdadero tomó aquellos indicios para construir una biopic romántica con Anne Hathaway en el papel de la escritora. La serie Miss Austen de la BBC estrenada en 2025 especuló que las cartas quemadas por Cassandra también se referían a la historia con Lefroy.
Jane Austen. Archivo Clarín.
Más allá de los detalles del cotidiano, las cartas ofrecen una rendija a la intimidad de Austen como una escritora con palpable pasión por el oficio. “Nunca estoy tan ocupada que no pueda pensar en Sentido y sensibilidad. No puedo olvidarlo del mismo modo que una madre no puede dejar de pensar en un hijo que todavía depende del pecho”, escribe.
Austen concebía sus obras, en primer lugar, como una forma de entretener a los suyos. “Somos grandes lectores de novelas y no nos avergonzamos de serlo”, declara orgullosa, desdeñando el prejuicio que existía en su época hacia ese género de la literatura. Su familia, lejos de repudiar su ocupación, la alentaba.
Su hermano Henry, de hecho, actuó como su agente y corrector y después del fallecimiento de su hermana, siguió ocupándose de publicar sus obras.
Austen aparece como una escritora interesada en el proceso editorial, ansiosa por recibir los ejemplares de sus libros y atenta a las opiniones de sus lectores. “Parece que Elizabeth guste de verdad. Debo confesar que yo la considero la criatura más deliciosa que jamás haya aparecido en un libro impreso, por lo que no sé cómo haré para soportar a quienes no les guste ella, al menos ella”, se angustia.
La misma consciencia respecto de las opiniones ajenas la llevaría a crear, en un sentido contrario, a la snob Emma Woodhouse, una heroína que, según dijo, sabía que no le iba a caer bien a nadie, excepto a ella misma. Emma fue la última novela que llegó a ver publicada, antes de su muerte en 1817.
Aunque sería exagerado calificar a Austen de feminista, el rol de la mujer aparecía evidentemente tematizado en sus novelas a través de los avatares de sus protagonistas femeninas. En una época en la que las mujeres no podían ser herederas y el matrimonio era en la mayoría de los casos un contrato para asegurar la subsistencia, el romanticismo de sus novelas era una forma de discreto rechazo a lo establecido.
“A menudo me pregunto cómo puedes encontrar tiempo para todo lo que haces, además del cuidado de la casa; y cómo la señora West pudo escribir libros tan buenos y fue capaz de reunir todas esas palabras complicadas con todos los cuidados que su familia le requería. Tal capacidad me asombra. Escribir me parece imposible con la cabeza llena de chuletas de cordero y raciones de ruibarbo”, dice Austen, casi como si se hubiera anticipado a Virginia Woolf y su cuarto propio. Aunque, por supuesto, no hay casualidad allí: Woolf era una declarada admiradora y defensora de Austen.
Fotograma de la pelicula Orgullo y prejuicio. Foto: prensa
Los críticos de la escritora inglesa (Mark Twain fue uno de sus más famosos detractores), consideraron sus novelas como obras menores, costumbristas y moralizantes. Sin embargo, hoy en día el lugar que ocupa la autora en el canon de la literatura universal parece poco discutido y la maquinaria austeniana sigue en movimiento.
Hace poco se supo que la actriz Daisy Edgar-Jones formará parte de una nueva adaptación de Sensatez y sentimiento, Netflix prepara una serie de Orgullo y prejuicio, mientras fanáticos de todo el mundo celebran el aniversario los veinte años de la versión cinematográfica que dirigió Joe Wright.
A 250 años del nacimiento de la autora, lectores de todas las latitudes siguen descubriendo, detrás de esa aldea de bailes y mansiones rurales inglesas, el complejo mundo que logró pintar Austen gracias a su aguda observación de la condición humana.
Lejos de Cassandra, de Jane Austen (Altamarea).
Clarin