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Nepotes a la PSOE

Nepotes a la PSOE

El origen del nepotismo, filológicamente hablando, siempre me hizo mucha gracia. Uno al principio pensaba que se referían a alguien en concreto. Y parece ser que, en efecto, hubo una serie de aquellos romanos de toga que tuvieron tal nombre. Como Flavio Julio Nepote Augusto, que llegó a emperador y todo, aunque por poco tiempo, y encima le dieron matarile sus propios soldados. Pero no hay que salirse de la Itálica (la bota, no la de Santiponce), para encontrarnos el meollo y origen del tema. En este caso en los cardenales nepotes, que en italiano se dice 'cardinale nipote'. Que si ya nos sonaba mal y con mala rima en español, me imaginen el premio gordo en el original. El caso es que lo que tal palabro significa no es otra cosa que 'sobrino'. Y es que, desde la Edad Media y con su apogeo durante el Renacimiento, en esa Roma de los Papas (y que me perdone la Fundeu y la RAE, pero no soy capaz de escribirlo con minúscula, que me parece que estoy hablando en caló de los progenitores de alguien), no había romano pontífice que no hiciera cardenal a un sobrino suyo. ¡Como poco!

Para que vean el nivel que alcanzó la broma, el Quinto Concilio de Letrán declararía en 1514 que «el nombramiento de cardenales nepotes era justificada por la necesidad de cuidar de los familiares indigentes». Que no estaba nada mal eso de pasar de la indigencia a futuro Papa, como ocurriera en varios casos. Con el tiempo tuvo que venir Inocencio XII a decir que vale ya de nepotismo (literal), y que ese puesto se acabó. Que como mucho se podía nombrar un solo familiar, sólo uno, pero a cardenal a secas. Sin las sinecuras (palabra que me fascina etimológicamente también) que llevaba lo de ser nepote. Que eran, no ya de poderío, sino de cobrar más cuartos que expresidente dando una charla.

El caso es que andamos en España con más sobrinos (¡y sobrinas!) por parte de cada político en el poder, de los que tenía el pato Donald (que nunca supimos de quiénes eran hijos, por cierto, una infancia llena de dudas por culpa de Disney, como por qué Goofy era un perro que tenía un perro llamado Pluto. Pero no nos desviemos). Estamos asistiendo al ascenso de sobrinos, primos, hermanos, parejas, dobles parejas, y sobrinitas postizas, de esas que se decía antaño que tenían los curas, pero que ahora la cosa se ha hecho laica y las tienen como querindongas los ministros en puestos públicos. Que ya puestos a pagar colipoterras, mejor a costa del erario (público, como la sobrina, obvio). Y andamos entre sexo y dominancia, de tal modo que unos lo hacen con descaro como el que le importa todo una higa (¡o muchas, que los hay que no se conforman con una y tiran de catálogo como si fuera el del Mercadona!), y otros y otras, que en esto lo del género no es óbice, como con remordimientos. En plan, ya saben, lo de la puntita nada más. Y así nos encontramos, por ejemplo, a la mujer del Presidente, Begoña Gómez, que te dice que sí, que tenía colocada a su amiga. Pero para ocasiones. Lo que se dice un nepotismo intermitente, vaya. Favores que se piden a quien se coloca en un puesto de relevancia. En este caso, cosinas de darle pote ante empresarios y gente de parné para que pasen por caja. Visto así, mejor que el pase por caja y los favores que cuando son «sobrinas», han tenido que hacer a los ministros y coleguitas de coche y de partido.

Ya ven. Está la PSOE que, de tan laica que ha sido siempre, se nos ha vuelto vaticanista. ¡Qué vaya los cardenales que nos nombra, pero para nosotros el amoratado de pagarles a tanto sobrino y sobrina!

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