Nuestros antepasados dormían diferente (y Homero lo cuenta en la 'Odisea')
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La Odiseade Homero, Cuidado con el gato del poeta William Baldwin y los Cuentos de Canterbury de Chaucer tienen algo en común, y no tiene que ver con la literatura precisamente. El primero en darse cuenta de esa similitud fue el profesor Roger Ekirch, del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia. En una investigación sobre el sueño que le llevó a escribir Al Fin del Día: La Noche en Tiempos Pasados, se dio cuenta de que muchos testimonios recogidos en obras antiguas (y que iban desde la Edad Media hasta la Revolución Industrial) hablaban de algo conocido como el "primer sueño". Observó la misma coincidencia en un relato colonial de Río de Janeiro en 1555 que describía cómo el pueblo tupinambá cenaba también después de ese misterioso primer sueño. Llegó de esa forma a la conclusión de que nuestros antepasados dormían de manera diferente.
Entonces, se puso manos a la obra. Mediante la investigación de cientos de cartas, diarios, escritos filosóficos, artículos en periódicos o incluso obras de teatro, llegó a la conclusión de que el hábito del primer sueño no se reducía a Europa, sino que se había extendido por África, el sur y el sudeste de Asia, Australia, Sudamérica y el Medio Oriente, hasta que de pronto se olvidó. Se trataba del sueño bifásico o polifásico, que consistía en que, en lugar de dormir del tirón toda la noche (unas ocho horas, como recomiendan los médicos) se hacía en dos bloques de cuatro horas, separados por un periodo de vigilia que duraba una hora o más.
Durante ese tiempo de vigilia entre el primer y el segundo sueño, algunas personas se quedaban en la cama (hay que pensar que antes, hasta mediados del siglo XIX aproximadamente, también era habitual compartir lecho con amigos o incluso desconocidos o viajeros, una especie de "dormir social" bastante normal cuando escaseaban las camas), rezaban, daban paseos o hablaban con sus parejas. Algunos incluso realizaban algunas tareas o visitaban a sus vecinos. Eso puede explicar en parte por qué bastantes personajes históricos como Leonardo da Vinci son conocidos por dormir unas cuatro horas por noche y luego echarse una pequeña siesta a lo largo del día. De hecho, varios estudios estiman que más del 86% de los mamíferos (incluyendo perros, roedores o ballenas) duermen en varios periodos.
Las personas rezaban o hablaban con sus parejas. Algunas incluso realizaban algunas tareas o visitaban a sus vecinos
Algo más, según señala National Geographic, en 1992 el psiquiatra Thomas Wehr llevó a cabo un trabajo pionero sobre sueño con un grupo de individuos y observó que, tras varias semanas de confinamiento en una habitación oscura durante 14 horas al día, casi todos los participantes habían entrado en un ciclo de sueño fragmentado. En promedio, para todo el grupo el patrón fue bimodal y las personas tendían a dormirse pronto al anochecer y, de nuevo, hacia la madrugada. Eso reforzó las teorías de muchos expertos de que efectivamente es nuestro patrón de sueño real, aunque no todos están de acuerdo.
Los que lo defienden señalan que podrían cumplir una función de supervivencia pues si en un grupo las personas se despiertan ligeramente a distintas horas de la noche, no habría en promedio ningún momento en el que todos estuvieran dormidos, lo que desde una perspectiva evolutiva serviría para cumplir una función de centinela en unas sociedades como las primitivas, que entrañaban más riesgos. Los que están en contra de dicha teoría, sin embargo, lo desaconsejan, pues engañar al cuerpo para que duerma menos en lugar de despertarse naturalmente tras un sueño reparador no es aconsejable. En un artículo de 2021, Elizabeth Klerman, que analizaba los efectos del sueño polifásico artificial, lo comparó con detener una lavadora antes de que termine un ciclo.
Pero, ¿por qué cambiamos entonces? La explicación más frecuente es la luz eléctrica y artificial. Esto terminó con nuestra dependencia de la luz solar, lo que llevó a que trabajáramos hasta más tarde, anulamos la oscuridad natural y, por tanto, reducimos nuestras posibilidades de dormir. Hay otros expertos que señalan que, en realidad, no habría una opción más "adecuada" y que todo se basa realmente en la adaptabilidad del ser humano. Pero Ekirch sí que llegó a la conclusión con su estudio de que el sueño bifásico podría explicar en cierto modo esos insomnios tan típicos de medianoche, que serían más lógicos y normales de lo que pensamos y habría que tomarse con naturalidad, lo que, paradójicamente, ayudaría probablemente a evitarlos.
La Odiseade Homero, Cuidado con el gato del poeta William Baldwin y los Cuentos de Canterbury de Chaucer tienen algo en común, y no tiene que ver con la literatura precisamente. El primero en darse cuenta de esa similitud fue el profesor Roger Ekirch, del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia. En una investigación sobre el sueño que le llevó a escribir Al Fin del Día: La Noche en Tiempos Pasados, se dio cuenta de que muchos testimonios recogidos en obras antiguas (y que iban desde la Edad Media hasta la Revolución Industrial) hablaban de algo conocido como el "primer sueño". Observó la misma coincidencia en un relato colonial de Río de Janeiro en 1555 que describía cómo el pueblo tupinambá cenaba también después de ese misterioso primer sueño. Llegó de esa forma a la conclusión de que nuestros antepasados dormían de manera diferente.
El Confidencial