Txema Rodríguez, premio Mingote: «La honestidad de una imagen puede llevar esperanza a quienes la necesitan»

Majestades, autoridades, amigos…
Hace muchos años lo dejé casi todo por la fotografía. Fueron tiempos difíciles. Por aquel entonces era un hombre que vivía con sus dos hijas, Inés y Lucía, en un viejo piso prestado, sin puertas, y con el calentador de agua roto. Dormíamos los tres en un colchón tirado en el suelo. En una de aquellas mañanas, la mayor de las niñas me contó al despertar que tenía que estar tranquilo porque esa noche había soñado que un día me iban a dar un premio muy importante.
Y lo cierto es que aquí estamos ahora viendo como ese sueño de la infancia se transforma en realidad. Y, dicho sea de paso, también el de mis padres que, allá donde estén en estos momentos, me están viendo por primera vez vestido como Dios manda.
La fotografía es mi voz y me costó hallarla, cada uno de nosotros sigue un camino, eso quiero creer, e intenta poner su amor en aquello que le hace sentir vivo. Mi convicción lleva aparejada la fortuna de poder vivir muchas experiencias. Una de ellas, por desgracia, las inundaciones de Valencia que todos conocéis. Quitó la vida a 228 personas y dejó a otros miles de ellas sin casas, negocios y servicios. También les privó de sus recuerdos, de su refugio y de su intimidad.
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En aquel mar de barro y destrucción trabajamos muchos. Lo digo en plural porque este reconocimiento a mi persona he de compartirlo con todos mis compañeros, los del diario 'Las Provincias' y los de otros medios escritos, televisivos o radiofónicos. Todos juntos hicimos lo que pudimos, hasta el límite de nuestras fuerzas, para contar lo que pasaba. Anduvimos incomunicados por el fango, caminamos sobre montañas de coches y dimos consuelo y apoyo a quienes no lo tenían. Hicimos nuestro trabajo, como tantos otros miles que vinieron a echar una mano.

Me reconforta pensar en esa capacidad transformadora del periodismo, en especial del que nace y vive cerca de su pueblo. Me consuela, en estos tiempos de descomposición moral, saber que la honestidad de una imagen o de una frase puede llevar esperanza a quienes la necesitan, puede cumplir nuestro objetivo de arrojar luz sobre lo invisible.
Al día siguiente de hacerse público el fallo de este premio me escribió Amparo, la madre de Joel, el niño que sale en la fotografía por la que hoy me encuentro haciendo este discurso. Quería felicitarme. Y me dijo, cito: «Gracias a ti por dar visibilidad a nuestras vidas durante aquellos días en los que las familias teníamos que apañarnos sin la ayuda de los que, en teoría, habían de ayudarnos. Sólo estuvieron los voluntarios y personas buenas como vosotros, que nos disteis la oportunidad de que todos vieran la situación. Un abrazo fuerte, le enseñaré la noticia a Joel, le hará ilusión».
He de confesar que en pocas ocasiones me he sentido tan importante.
Muchas gracias.
ABC.es