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El insólito éxito de la persiana 'made in Soria' que reclaman en todo el mundo: "En la pandemia empezaron a circular de oreja a oreja y la cosa despegó"

El insólito éxito de la persiana 'made in Soria' que reclaman en todo el mundo: "En la pandemia empezaron a circular de oreja a oreja y la cosa despegó"

Para llegar a Duruelo de la Sierra desde Barcelona hay que tomar la AP-2 y no desviarse hasta Zaragoza. Entonces hay que tomar la AP-68, la autopista que lleva a Logroño, y torcer hacia el sur en la N-122, dirección Soria. Ya no hay autopista en este tramo, pero la calzada está bien, no hay muchas curvas ni desniveles. En Soria, la circunvalación se llama SO-20 y la salida que nos interesa es la de la N-234, dirección oeste. Al llegar a Abejar, aparece a la derecha la CL-117, que ya empieza a parecer el escenario de una etapa de montaña de la Vuelta Ciclista a España. La carretera anuncia un desvío hacia un lugar llamado Playa de Pita y después atraviesa un pantano, el Embalse de la Cuesta del Pozo. En los ojos del viajero, todo lo que no es agua es una masa verdeoscura, un macizo de robles y, sobre todo, pinos ibéricos, pinos de Soria y de Segovia que son los reyes de los pinos en España. Los camiones que aparecen en dirección contraria cargan con inmensos troncos. como en los créditos de Twin Peaks. Hay cuatro pueblos en ese último tramo: Molinos de Duero, Salduero, Covaleda y, por fin, Duruelo de la Sierra. El límite del pueblo es un pequeño cauce, apenas una cinta de agua que un cartel identifica como Río Duero. El antiguo Dorus nace 7,2 kilómetros al norte. Estamos a 1.240 metros de altura sobre el nivel del mar y a 499 kilómetros de Barcelona, en el límite entre las provincias de Soria, La Rioja y Burgos. En el corazón de España maderera.

El viaje de Barcelona a Duruelo de la Sierra es importante porque es el escenario del sorprendente caso de la Persiana Barcelona, un producto que fue dibujado hace 16 años como ejercicio de dos alumnos de arquitectura de la UB y que dio vueltas de fábrica en fábrica por media España durante cinco años hasta que cayó en la carpintería de los Altelarrea, unos hermanos que habían sobrevivido por los pelos a la llegada de Ikea y al hundimiento de la industria del mueble en Soria. Los hermanos hacían palés y colmenas para abejas, más que otra cosa, y se dijeron que por qué no. Aún tendrían que pasar otros cinco años de error-prueba, de modificar máquinas cortadoras y clavadoras, de abrir y cerrar el ángulo de los ganchos, de buscar la madera exacta y de encontrar el momento justo en el que dos o tres casualidades se dieran a su favor. A partir de 2020, la persiana Barcelona se convirtió en un éxito inimaginable que hoy se exporta a toda Europa, Asia, Australia y Canadá. «En la pandemia, de tanto estar en casa, la gente se aficionó a ver imágenes de decoración en las redes sociales. Las persianas empezaron a circular de oreja a oreja y la cosa despegó», cuenta Pedro Altelarrea, uno de los tres hermanos carpinteros de Duruelo de la Sierra. «Y eso coincidió con los créditos del ICO para superar el parón. Eso nos permitió invertir con buena financiación... Pero antes las pasamos muy canutas».

Pedro y Rubén Altelarrea son los socios del taller que lleva sus nombres: «Pedro y Rubén Altelarrea Comunidad de Bienes, Duruelo de la Sierra, Soria». Vicente, su otro hermano, también trabaja allí con un hijo de Pedro que estudia Química en Burgos y que se emplea en vacaciones en el negocio familiar. Hay otro chaval del pueblo del que Pedro habla muy bien y ya está. No parece mucha gente para una producción de 18.000 metros de persianas al año pero es que en Duruelo no hay inmigración reciente y no es fácil encontrar mano de obra para el duro trabajo de la carpintería industrial. Las manos de los hermanos Altelarrea son impresionantes, con sus tajos viejos. «Además. hace mucho frío aquí, no hay huertas y la gente se asusta», dice Pedro. Antes de la crisis de 2008, el pueblo tenía 450 trabajadores empleados en la industria del mueble, gente que hacía, sobre todo, muebles de cocina en madera y que había conseguido cierta prosperidad. «Yo recuerdo llevar a Madrid una mesa que costaba 2.500 euros. Todo eso se acabó», dice Pedro Altarrea. Todo eso se acabó y de la industria del mueble de Duruelo quedaron tres o cuatro talleres de carpintería y unos pocos profesionales.

Quedó la materia prima, también. Quedó la madera de unos pinos centenarios de extraordinaria calidad. Y eso es muy importante.

«Nosotros no sabíamos nada de pinos ni de maderas en 2009, no teníamos ningún vínculo familiar ni ninguna experiencia», cuenta Pau Sarquella, el arquitecto que inventó la persiana Barcelona junto a su socia Diana Usón. «En 2009 estábamos en quinto y nos encontramos con un concurso abierto a estudiantes que convocaba el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundación FAD. Se llamaba Rincones Públicos y se suponía que había que encontrar sitios de la ciudad que estuviesen en una situación de dejadez y, después, proponer una solución. Nosotros nos fijamos en Malnom y Picalquers unas callejuelas del Raval, un sitio oscuro y estrecho y mal conectado con el resto del barrio. Nos fijamos en que los vecinos tendían la ropa en los balcones porque los pisos eran pequeños y no tenían sitio dentro, y que eso daba una imagen de desorden. Cuando llovía, hacían lo que podían. Algunos ponían plásticos sobre la ropa y otros desplegaban las persianas sobre la ropa».

Seguro que mucha gente reconoce esas persianas de la casa de sus abuelos. Sarquella se refiere a las llamadas persianas alicantinas, esos rollos de lamas finas de PVC o de pino de baja calidad que se fabrican, sobre todo, en las industrias del mueble de Sax, Alicante (por eso su nombre) y que se vende en las ferreterías desde los años 60. La persiana Alicante es un producto barato y eficiente, fácil de instalar pero no muy duradero. Es un buen invento que estaba esperando a que alguien le diera una pequeña vuelta y lo mejorara.

Eso es lo que hicieron Usón y Sarquella: dibujaron una persiana que era como la alicantina sin los defectos de la alicantina. Cambiaron un poco la forma de las lamas para que el agua no se filtrara, de modo que aislase bien los tendederos de los balcones del Raval. Consiguieron que esas mismas lamas ofrecieran una posición intermedia, medio abierta, medio cerrada, para que funcionara como una celosía y permitiera pasar el aire y la luz sin perder la intimidad. Crearon un prototipo en una carpintería de Banyoles y lo empezaron a mover por talleres más grandes. Nadie se vio capaz de producir en serie y con costes competititvos el invento de Usón y Sarquella hasta que alguien los llevó hasta Duruelo. Se suponía que el mejor pino del mercado venía de esa comarca. Si alguien era capaz de entender lo que los arquitectos barceloneses necesitaban, tenía que estar allí.

Los hermanos Altelarrea eran carpinteros e hijos de carpintero. Habían heredado el oficio de tornero, el más sofisticado de los que tienen que ver con la madera y habían comprado un taller para ser autónomos, pero estaban en la economía de supervivencia en la que entró todo el sector de la construcción en España. «¿Qué nos convenció de la persiana? Teníamos que movernos, que intentar algo. En esta comarca hubo mucho conformismo y también por eso se hundió la industria», cuenta Pedro Altelarrea en Duruelo. «Pau y Diana nos ofrecieron ir en sociedad con ellos y con una empresa de Girona, Sumace, que son los que encuentran a los clientes y los que terminan el producto para ellos. Como vimos que ellos asumían riesgos, hubo un aliciente, un motivo para confiar. Pero tuvimos que hacer una inversión fuerte».

Duruelo de la Sierra es el lugar donde está la fábrica que las elabora
Duruelo de la Sierra es el lugar donde está la fábrica que las elabora

En el taller de la familia hay seis máquinas que trabajan en hacer láminas: la optimizadora, la moldurera, dos aserradoras complementarias, una clavadora y una pieza que hace ganchos. Sólo la optimizadora pertenece al mundo digital. Las demás máquinas son, ¿cómo decirlo?, antiguallas de los años 60 que pasaron por otros talleres de carpintería y que los Altelarrea han ido modificando como si fueran violines hasta dar con el proceso perfecto para las lamas de la persiana Barcelona.

«Las máquinas son preciosas, antiguas. Y me parece muy bonito cómo han estado calibrando durante años hasta conseguir que el trabajo fuese eficiente», cuenta Sarquella. «Su proyecto era exigente: mejoramos la cuerda, impusimos que la madera tenía que ser de Soria y que la pintura tenía que ser de calidad, una pintura alemana. Inventamos una gama cromática para sacar la persiana al mercado tomada de los edificios modernistas de Barcelona. Hay un verde Batlló, un beige Vicens... Por eso llamamos a la persiana Barcelona, que también es un buen nombre para salir a exportar. Y conseguimos ofrecer precios ajustados. El producto se ha encarecido porque la madera se ha encarecido, pero no es un producto de lujo. Está en muchas promociones de vivienda social». Hoy mismo, la tienda en internet de la persiana Barcelona vende el metro cuadrado a 79,86 euros. Un 50% más de lo que cuestan las persianas alicantinas.

«Presentamos la persiana en [la tienda de decoración] Vinçon, en 2015 y les gustó mucho. Nos lo pidieron para casas particulares al principio. La imagen empezó a circular y empezamos a tener clientes promotores», recuerda Sarquella. A partir de la pandemia, el runrún se volvió imparable. Llegaron los encargos de Paises Bajos, Portugal, Francia, Hong Kong, Canadá, Suiza, llegaron los premios FAD y la carpintería Pedro y Rubén Altelarrea dobló, año a año la producción. «Ya estamos en el límite de nuestra capacidad», dice Pedro Altelarrea.

Los hermanos Altelarrea son los encargados de hacer esas persianas en su carpintería
Los hermanos Altelarrea son los encargados de hacer esas persianas en su carpintería

Y si un fondo de inversión metiese dos millones en la carpintería y les permitiera seguir creciendo. «Yo estaría encantado de escucharlos, pero soy un poco escéptico. Estas máquinas las hemos desarrollado año a año. La mano de obra no existe. Y tenemos otro límite que es la materia prima».

Altelarrea toma el coche y conduce hasta el pueblo vecino de Vilviestre del Pinar, donde está su proveedor de madera aserrada. Miguel Vicente, el hombre de la serrería, muestra qué es lo que hace del pino de Soria un tesoro. Los árboles se talan cuando cumplen cien años, de modo que su veta es muy fina y no tiene nudos. Por eso se le atribuye la categoría de «calidad excepcional». El pino atlántico, en cambio, no tiene una textura tan fina por lo que se dedica a usos estructurales. ¿Y hay suficiente pino centenario de calidad excepcional? Hay suficiente y, año tras año, el territorio reforestado supera el explotado, pero la demanda también crece muy deprisa. El consorcio formado por los hermanos Altelarrea y sus socios catalanes tiene un contrato a largo plazo que le permite acceder a precios privilegiados. «Si hubiese un incendio forestal lo tendríamos muy mal. Pero estos bosques son de propiedad comunal. Los bosques comunales no se queman como los privados», dice el carpintero.

-¿Por qué cree que la gente compra esta persiana?-Porque es muy bonita, yo no le daría muchas más vueltas-, contesta Altelarrea.

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