Todo está conectado con todo lo demás: la destrucción gradual de los hábitats evenk es solo un anticipo.


«Soy una confidente de la lluvia y la nieve desde hace mucho tiempo», así comienza la viuda del último jefe de una tribu evenk la historia de su vida y, en cierto sentido, la de su pueblo. Los evenks, cazadores y pastores de renos, viven hoy divididos y siempre han estado divididos entre Rusia, Mongolia y China; durante un tiempo, Japón también reclamó este territorio.
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El enfoque, al menos en la primera mitad de esta novela etnográfica, se centra en las complejas estructuras familiares. Se describe el papel central de las pinturas rupestres, la danza y el canto, así como la producción de objetos de corteza de abedul y ropa teñida. La pequeña comunidad tribal parece estar unida por el amor genuino. A veces es salvaje y apasionado, como el amor de la narradora por sus dos maridos, y a veces secreto y destructivo. La sexualidad puede ser hermosa, pero a veces sus consecuencias se precipitan por violaciones en esquís o saltos salvajes por el bosque.
A merced de las fuerzas de la naturalezaEste pequeño pueblo se encuentra indefenso ante las fuerzas de la naturaleza y las exigencias de gobernantes antiguos y nuevos; los golpes del destino se encadenan sin comentarios, como una sarta de hilos. La esencia de la novela parece plausible: todo está conectado con todo lo demás, todos dependen unos de otros. El último jefe es devorado por un oso, uno muere congelado, otro recibe un disparo accidental de su hermano mientras caza, y el hermano ahoga sus penas en alcohol. La chamán es controlada por los espíritus y destruida físicamente; la ley no escrita, según la cual se le arrebata un hijo por cada vida salvada, es brutal, razón por la cual su hija mayor huye.
La traductora Karin Betz consigue no exagerar la sencillez del lenguaje, sino transmitir con sutileza los elementos poéticos y, sobre todo, hacer comprensible el traslado entre culturas y lenguas gracias a un trabajo de investigación que debe haber sido considerable.
La autora china Han Chi Zijian, criada en el noreste de China, en la frontera con Rusia, no imagina un "paraíso de otro mundo", como alaba un profesor de historia en la novela. Sus descripciones de las condiciones de vida son demasiado duras. La artista Irina, nieta de la narradora, es deslumbrante: se debate entre la cómoda vida en las ciudades y los prístinos bosques de montaña. Mientras corta pieles de animales para ensamblarlas en un collage, la narradora ve cómo se destruye el alma del reno. Si Irina cae accidentalmente al río y se ahoga mientras lava sus pinceles, o si se trata de un suicidio, sigue siendo una incógnita.
Palabras clarasComo revela el epílogo, un artista evenk aportó el impulso decisivo a la novela. Sin embargo, Chi Zijian prescindió del potencial narrativo de esta figura ambivalente, que representa la precaria situación de otras poblaciones indígenas. En su lugar, optó por el lenguaje sencillo de una persona de 90 años que no sabe leer ni escribir.
La segunda parte de la novela se lee como un canto de cisne para el mundo: violentas tormentas y bosques ralos, ríos secos, asentamiento y el consiguiente abandono del estilo de vida nómada. En el epílogo, el autor encuentra palabras claras para la destrucción de los hábitats evenks.
Cuando la sombra de la muerte cae sobre el fluir de la vida, como lo expresa el narrador anónimo de la novela, el título "El último cuarto de la luna" también puede leerse como una advertencia: "Son las 5 menos 12" si no se detiene la destrucción universal de la naturaleza.
Chi Zijian: El último cuarto de la luna. Novela. Traducido del chino por Karin Betz. Blessing-Verlag, Múnich 2025. 416 pp., 36,90 pp.
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