El tribunal de Londres tapa un mural de Banksy que denuncia la represión a las protestas pro Palestina

En la mañana de este lunes, los primeros transeúntes que pasaban por la vía histórica del Strand, en el centro de Londres, se detuvieron con asombro frente a una de las paredes del 'Royal Courts of Justice', el complejo judicial más emblemático del Reino Unido. Allí, sobre el muro exterior del Queen's Building, había aparecido lo que pronto se confirmaría como una nueva obra de Banksy. El mural, trazado en su característico estilo monocromático con toques de rojo intenso, mostraba a un juez británico, reconocible por la toga y la peluca, blandiendo un mazo y golpeando violentamente a un manifestante tendido en el suelo, que sostenía una pancarta ensangrentada.
Horas después, el artista confirmó la autoría en su cuenta oficial de Instagram, sin emitir, como es habitual, más comentarios. Para entonces, la imagen ya había sido cubierta por el personal de seguridad del tribunal con paneles temporales opacos, y se desplegó una discreta presencia policial en los alrededores.
El mural de Banksy tras ser tapado

Mural de Banksy

El gesto de Banksy, tan potente como efímero, ocurre en un momento de particular fricción entre la sociedad civil británica y las instituciones del Estado, a propósito del conflicto en Gaza y el creciente número de protestas pro Palestina que se han desarrollado en diferentes ciudades del Reino Unido en los dos últimos años, en los que el gobierno ha aprobado además varias medidas destinadas a restringir el derecho a la manifestación, bajo el argumento de preservar la seguridad pública, proteger la neutralidad institucional y evitar incitaciones al odio. La más controvertida de estas medidas fue la inclusión del colectivo 'Palestine Action' en la lista de organizaciones extremistas, decisión adoptada en mayo de este año y que se ha saldado con más de 900 detenciones, según datos publicados por 'The Guardian'.
En este contexto, la aparición de un mural de Banksy frente al edificio judicial más simbólico del país es más que una intervención artística. Su ubicación, su contenido y su tapado prácticamente inmediato, constituyen un episodio revelador del actual clima de tensión legal y política que atraviesa el Reino Unido.
La reacción institucional no se hizo esperar. El personal del tribunal actuó con rapidez para cubrir la obra, alegando razones de «mantenimiento del decoro institucional» y «prevención de alteraciones del orden», una decisión que fue leída por activistas en internet como una forma de censura preventiva, y en el propio post del artista, también hay quienes se preguntan cómo pudo pintar el mural en un lugar tan fuertemente vigilado.
En todo caso, la tensión entre arte, protesta y legalidad es una característica de la trayectoria de Banksy. En 2005, el artista ya había generado controversia al pintar varios murales en el muro de separación israelí en Cisjordania, incluyendo una niña volando con globos por encima del muro o una ventana abierta hacia un paisaje pacífico. En 2017, inauguró en Belén el 'Walled Off Hotel', un espacio mitad instalación artística, mitad negocio turístico, cuya vista principal era el muro mismo. Estas intervenciones ya situaban al conflicto palestino-israelí en el centro de la obra del artista anónimo, pero siempre en espacios directamente vinculados al terreno. Esta vez, sin embargo, la obra interpela al Reino Unido desde dentro, en su papel como garante, o censor, de la libertad de expresión.
Así, lo que diferencia al mural de este lunes es, además de su contenido, su carga política en el espacio británico, en la fachada misma de uno de los símbolos de la legalidad occidental, con una crítica directa a la manera en que el aparato judicial británico es percibido por un sector de la población con respecto a su trato hacia los activistas que piden el fin de la violencia en Gaza. La velocidad con la que fue tapado también cuestiona los criterios con los que se decide qué arte se conserva y cuál se elimina, ya que en muchísimas ocasiones, al contrario que esta vez, las obras del artista han sido protegidas por su valor, turístico y artístico, incluso con la instalación de láminas protectoras o cámaras de seguridad.
En este clima, es casi obligada la comparación con otros exponentes de la cultura crítica británica, como Paul Laverty, guionista habitual de Ken Loach, quien en declaraciones recientes ha denunciado lo que considera una erosión sistemática del derecho a la protesta en nombre de una neutralidad ficticia del Estado, y ha advertido sobre los riesgos de confundir estabilidad institucional con represión del disenso. Y aunque el guionista no se ha pronunciado sobre el mural, sus palabras resuenan en el gesto de Banksy como una continuidad de esa preocupación compartida por los límites de la democracia en el Reino Unido contemporáneo.
ABC.es