La artista Kara Walker llega a la Argentina con una muestra que desafía el racismo y la memoria

La obra de Kara Walker (Stockton, California, 1969) desafía los cánones sin impostar solemnidad. La estadounidense, cuyo trabajo se puede ver por primera vez en la Argentina en la recién inaugurada muestra en Fundación PROA, se apodera de relatos históricos, sin rigor y con interpretaciones propias, para repensarlos en el presente a la luz de las corrientes que trabajan sobre las minorías, los feminismos, las disidencias, el racismo y la opresión. En pocas palabras: piensa y trabajo sobre aspectos de la historia que están por fuera de los discursos hegemónicos de Estados Unidos.
Kara Walker en su estudio, 2017. Foto: Ari Marcopoulos, gentileza Fundación Proa.
Walker es reconocida por sus composiciones con siluetas recortadas que utiliza en animaciones, dibujos y grabados. La técnica nace en el siglo XVIII en Francia como una forma barata de realizar retratos en tiempos de guerra. Se utilizaba tanto en la corte como en las clases más bajas. La técnica se popularizó en Estados Unidos, tanto que desde presidentes hasta esclavos se hacían retratar como siluetas.
La muestra de PROA funciona como una carta de presentación para el público argentino; una antología no cronológica donde conocer sus trabajos más emblemáticos y técnicas para visitantes no acostumbrados a conocer de primera mano a los artistas contemporáneos de la escena mundial.
La exhibición abre con dos puntas: por un lado, una serie de dibujos tempranos, donde solo con la figura de dos personajes compone escenas con fuerte humor negro e impronta crítica al dominio blanco y el patriarcado.
Títulos cortos acompañan sus dibujos: “Chicas libre del norte”, “Palabras muy pesadas para mi cabeza” o “Destruyendo el terror” sirven como guía para interpretar esas composiciones por momentos crípticas. La técnica de dibujo que utiliza Walker encuentra sus referencias en la ilustración popular del siglo XIX, la caricatura, los cuentos infantiles y los caprichos de Francisco de Goya.
Una imagen muestra «Fons Americanus», de la artista estadounidense Kara Walker, recién instalada en la sala Turbine Hall de la galería Tate Modern de Londres el 30 de septiembre de 2019. (Foto de Tolga AKMEN / AFP)
Por otra parte, un tríptico, que emula a un retablo bizantino, surgido durante una residencia en Roma en 2016. Empapada de la simbología católica que se cruzaba a cada paso de la capital romana, la artista reflexionó sobre el martirio, el mito y la iconografía cristiana anclada en la historia estadounidense y el tráfico de esclavos. Allí aparecen nuevamente las siluetas de dos mulatos, una mujer y un hombre a cada lado.
En el centro, donde en el arte sacro se ubica la figura de la Virgen, el dibujo de una escena donde la protagonista es la estatua colosal de una mujer negra desnuda que es levantada desde el suelo por figuras más pequeñas.
Entre la multiplicidad de formatos que trabaja Walker figuran también los videos, donde marionetas hechas de siluetas protagonizan pequeñas escenas. Nuevamente, ese corto que recuerda a las películas mudas de inicios del cine esconde una narración que combina violencia, tensión moral y acción. La factura de la obra emerge cuando aparece la mano de la artista asomando en la escena moviendo sus marionetas. Es un recuerdo de que Walker toma episodios de la historia, pero evita el rigor histórico a partir de incorporarles su mirada, su mano, no exenta de los sesgos.
Kara Walker. An Unpeopled Land in Uncharted Waters, 2010. Foto: gentileza Fundación Proa
El corazón de la muestra, la sala 2, alberga murales y serigrafías de amplio despliegue. Un mural de siluetas de papel recortadas –"Endless Conundrum", "An African Anonymous Adventuress"– examina la apropiación y exotización de la identidad y la cultura africanas. Deja de lado los temas relacionados a la esclavitud para abordar cómo los motivos tribales africanos jugaron un papel clave en la transición de del realismo a la abstracción y la deconstrucción del espacio en la obra de artistas como Pablo Picasso y Alberto Giacometti.
Frente a esta obra se despliega un conjunto de 27 serigrafías, "Aproximación a la emancipación", un titulo que refiere a la Proclamación de Emancipación de Abraham Lincoln, el documento donde el ex presidente de Estados Unidos abolió la esclavitud en 1863. Con una técnica victoriana de recortes sobre papel negro y micro escenas con destellos maravillosos Walker realizó una interpretación irónica de esta política que puso un punto final a la esclavitud, pero no a la segregación.
Lo que a simple vista parece un cuento de hadas, rápidamente abre paso a lo terrorífico. Allí personas con rasgos afroamericanos aparecen con extremidades animales, hay escenas de lesbianismo, abortos, niños que vuelan y hasta se cuelan personajes de Alicia en el país de las Maravillas.
Por último, PROA presenta dos grandes trabajos tridimensionales de Walker: las esculturas de tamaños monumentales que se vinculan, dialogan e interpelan con la idea de monumento como distinción al mérito. Se presenta el registro fotográfico de dos de sus proyectos más emblemáticos así como maquetas y bocetos que son obras en sí mismas.
De sus trabajos escultóricos la fundación exhibe el proyecto que la llevó a Walker a montar en la antigua fábrica de azúcar de Domino, en Brooklyn, Nueva York, una inmensa escultura de una esfinge mitad animal mitad mujer con rasgos afroamericanos.
Es la mummy, un personaje muy arraigado en la cultura estadounidense, asociado al cuidado y la servidumbre. Está recubierta de azúcar, motor de vastas plantaciones en el Caribe y en Norteamérica donde trabajaban los esclavos. La artista busca poner en el centro del debate a las mujeres, la sexualidad, la esclavitud, el refinamiento del azúcar, su consumo excesivo y adictivo, la desigualdad de la riqueza y el poder industrial que utiliza el cuerpo humano para obtener lo que necesita sin importar el costo de la vida y la integridad física.
La curadora Sofía Dourron (el sábado 13 de septiembre a las 17 brindará una visita guiada por la muestra en PROA) sostiene que la artista está “pensando y mostrando aspectos de la historia que normalmente no están dentro de los discursos hegemónicos respecto a la historia que está escribiendo en Estados Unidos”. “Lo hace de manera tal que los materiales y las técnicas que ella elige usar van siempre de la mano de lo que ella está tratando de trabajar en esas obras”, apunta.
El segundo proyecto de tamaño monumental es el que realizó en 2019 para la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres, un espacio emblemático para acoger proyectos de gran envergadura. Walker partió de uno de los monumentos más importantes de la capital inglesa, el Victoria Memorial, el homenaje a la reina Victoria ubicado a metros del Palacio de Buckingham. Fue la primera vez que llevó sus esculturas monumentales fuera de Estados Unidos y con la que exploró las historias interrelacionadas de Europa, África y América.
Kara Walker. Resurrection Story With Patrons, 2017. Foto: gentileza Fundación Proa
En la cima de la versión de Walker una Venus arquea su espalda mientras desde su garganta emerge un chorro de agua, al igual que de sus pechos. Las figuras humanas que decoran su fuente están demacradas y abandonadas; otras aparentan estar cargadas de avaricia y orgullo, vestidas con trajes náuticos que les quedan mal o con un conjunto caricaturizado de un imaginario "traje nacional" africano.
Llega al punto de incluir su propia versión de, como la llama ella, “la reina Vicky”, una mujer con su pollera levantada en actitud sexual. Para la artista la existencia del imperio británico, el que la reina Victoria terminó de dar forma durante el segundo reinado más largo de la historia del Reino Unido, fue clave para el tráfico de esclavos en Estados Unidos.
Kara Walker en Fundación PROA (Av. Pedro de Mendoza 1929) de miércoles a domingos de 12 a 19, hasta noviembre 2025.
Clarin