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Los 50 años de Tiburón, la película que cambió la vida de Spielberg: "Pensé que mi carrera estaba acabada después de aquello"

Los 50 años de Tiburón, la película que cambió la vida de Spielberg: "Pensé que mi carrera estaba acabada después de aquello"

Subido durante horas a una embarcación y con la mitad de su equipo de producción vomitando, Steven Spielberg tuvo la nauseabunda sensación de que no volvería a hacer cine nunca más. "Pensé que mi carrera estaba prácticamente acabada a mitad de la producción", confesaba este miércoles ante una sala de cine repleta en el Museo de la Academia de Hollywood. "Recuerdo que me decían: 'nunca más te van a contratar. Esta película está muy por encima del presupuesto y de los días rodaje estipulados. Eres un verdadero peligro como director'". Resultó ser justo lo contrario. Tiburón, que acaba de cumplir 50 años de su estreno en Estados Unidos, se convirtió en la primera cinta en superar los 100 millones de dólares en taquilla en Estados Unidos y en el espaldarazo definitivo a la carrera de uno de los grandes genios del cine universal. El domingo el museo inaugura una exposición a gran escala dedicada a ese rodaje: Jaws, The Exhibition.

Spielberg tenía entonces 26 años y solo dos películas de bajo presupuesto en su haber. Con Tiburón, protagonizada por Roy Scheider, Richard Dreyfuss y Robert Shaw, se enfrentaba a su primer proyecto de envergadura, una apuesta veraniega que tendría que haber costado cuatro millones de dólares y que se fue hasta los doce. Solo en días de rodaje se pasaron en 100 con respecto a lo previsto inicialmente. "Simplemente no estaba listo para soportar la cantidad de obstáculos que se nos presentaron, empezando por la Madre Naturaleza", explica el ganador de tres Oscar. "Realmente pensé que mi sueño sería adentrarme 19 kilómetros en el Atlántico con un equipo de Hollywood y rodar una película entera con un tiburón mecánico. Pensé que todo iría viento en popa", apuntaba despertando risas entre la concurrencia.

La realidad es que el mecanismo del tiburón —al que apodaron Bruce por el abogado de Spielberg— se averiaba tanto que obligó al realizador a sugerir más la presencia del animal que mostrarlo directamente. Tantos problemas tuvieron que a Spielberg le ofrecieron cancelar y olvidarse del proyecto. "Pero nadie quería renunciar. Nadie quería parar", admite. "Lo que nos ayudó a todos fue estar en compañía. Esa fue la clave, la camaradería que surge cuando intentas sobrevivir. Nos unió aún más. Nunca había estado tan unido a un equipo ni a un elenco".

Al realizador de La lista de Schindler aún le sorprende que la película se convirtiera en semejante fenómeno de masas, la misma que le dio la oportunidad de rodar una cinta por la que años antes nadie hubiera dado un duro, Encuentros en la tercera fase, y la que alteró para siempre la experiencia de bañarse en el mar de millones de personas. Un papel clave tuvo en eso la cadencia siniestra de violonchelos in crescendo del tema principal de la película, compuesto por John Williams.

Todo eso está condensado en un meticuloso recorrido por la película a través de varias salas en el Museo de la Academia de Hollywood, que ha recurrido a su poderosa caja fuerte de objetos cinematográficos para desplegar 200 relacionados con el filme de 1975. Está la boya roja a la que se agarraba Chrissy Watkins, la primera chica que mata el gran tiburón blanco, la placa de policía del jefe del policía de Amity Island, Martin Brody —interpretado por un Schneider que se llevó el papel por delante de Paul Newman y Charlton Heston—, y la silla de madera que usaba Quint (Robert Shaw), un pescador de tiburones, a bordo de su envejecida embarcación, Orca. La joya de la muestra lleva en el museo desde su inauguración: el único modelo a escala real que se conserva del gran tiburón blanco.

La exposición incluye además la primera edición de la novela de Peter Benchley en la que está inspirada la cinta, producida por Richard Zanuck y David Brown. Están también dos de los tres Oscar que se llevó Tiburón ese año a la mejor edición, banda sonora y sonido. Estuvo nominada a mejor película, un premio que recayó ese año en Alguien voló sobre el nido del cuco, de Milos Forman. A Spielberg le sentó especialmente mal que no le nominaron como mejor director. Años después lo ganaría en dos ocasiones, por La lista de Schindler y Salvar al soldado Ryan.

"Estoy muy orgulloso de la película", concluye. "Sin duda, me costó un ojo de la cara, pero me dio un gran impulso profesional. Su éxito me dio la oportunidad de hacer cualquier película que quisiera después. Me dio una carrera que nunca olvidaré". En 2028, el Museo de la Academia volverá a dedicarle una exposición, esta vez a toda su trayectoria en el cine.

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