Primer canon del arte algorítmico

El Turco, aquel autómata del siglo XVIII que ganó partidas de ajedrez por toda Europa gracias a que en su interior se escondía un maestro de baja estatura, siempre es mencionado en la mitología arqueológica de la inteligencia artificial. El invento dio nombre a Amazon Mechanical Turk, que ofrece servicios de trabajo precario entre empresas digitales –por lo general del norte– y trabajadores –a menudo del Sur Global–.
La artista alemana Hito Steyerl propone en la instalación Mechanical kurds un giro irónico e inesperado a ese mito tecnológico. Muestra en un vídeo que en un campamento de refugiados kurdos varias personas trabajan para empresas europeas y norteamericanas etiquetando imágenes, entrenando redes neuronales. La pobreza de las polvorientas arquitecturas donde viven contrasta con la exuberancia multicolor de los paisajes virtuales de su imposible entorno laboral.
Las obras sacuden la indiferencia respecto a las consecuencias éticas, políticas, sociales y materialesEs una de las muchas obras de la exposición El mundo según la IA –comisariada por el profesor italiano Antonio Somaini y un nutrido equipo para el centro de la imagen Jeu de Paume de París (hasta el 21 de septiembre)– que sacuden la indiferencia respecto a las consecuencias éticas, políticas, sociales y materiales de la expansión en los últimos diez años de los nuevos sistemas artificiales. Porque no hay aquí lugar para la estética espectacular generada con prompts y supercomputadoras: todos los proyectos seleccionados comparten una afinidad crítica. Y son acompañados por piezas de la historia de la tecnología, la ciencia y el arte y la escritura generativos que permiten contextualizar la novedad.
En la videoinstalación Ekphrasis, por ejemplo, Estampa hace dialogar fragmentos de películas de Dziga Vértov, Jean-Luc Godard o Chantal Akerman con la mirada algorítmica, que intenta analizar y clasificar lo que la máquina está viendo en la pantalla partida en nueve rectángulos. Las descripciones que alumbra la informática son nuevas formas de las antiquísimas écfrasis. No solo son verbales, sino también numéricas. Intenta calcular el porcentaje de los géneros. Duda si se trata de un actor o una actriz; o si la película es experimental o realista.
El objetivo era ese: diseccionar los vaivenes, los márgenes, los errores. Roc Albalat, parte de ese colectivo barcelonés, destaca que “el proceso ha supuesto un aprendizaje, incluyendo las conversaciones con el equipo comisarial y el resto de artistas”. La sintonía con el relato del comisario “nos llevó a poner en diálogo estas nuevas herramientas con la imagen cinematográfica, y a explorar los efectos de la automatización en la cultura visual”. El resultado es hipnótico y desconcertante.
La inclusión en la muestra de dos obras de Estampa (la otra es Repetition penalty, ocho pantallas de led con texto repetido hasta el delirio) y del proyecto eHerbarium, de Joan Fontcuberta, que reelabora el viejo vínculo entre fotografía y botánica a través de la creación de unas flores fantasmales y perfectas con la ayuda de Stable Diffusion, Lexica y Leonardo AI, significa que ambos creadores catalanes forman parte del nuevo canon del arte algorítmico.
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Porque El mundo según la IA tiene vocación canónica. A los sospechosos habituales, como Trevor Paglen, Kate Crawford & Vladan Joler o Holly Herndorn y Matt Dryhurst, la exposición añade creadores franceses (Julien Prévieux, Justine Emard) y figuras emergentes de otros países, como Nouf Aljowaysir (Arabia Saudí), Egor Kraft (Rusia) o Linda Dounia Rebeiz (Senegal). Además, abre el foco del arte contemporáneo hacia el resto de lenguajes creativos. El cineasta Érik Bullot, especialista en la historia de las películas perdidas o inacabadas, convierte las notas del poeta simbolista Saint-Pol-Roux en prompts para crear una suerte de fotonovela. Y la sección final está dedicada a escrituras sintéticas.
Como dice Somaini en su texto del catálogo –un libro que será de referencia en el campo de las humanidades artificiales–: “Una teoría de las imágenes y de la cultura visual, hoy, necesita una teoría de los espacios latentes”. Es decir, “del crucial rol que juegan unas construcciones abstractas, materiales cuyas implicaciones culturales y políticas difícilmente podrían sobreestimarse”. Como el acceso a esos espacios informáticos, de una complejidad alucinante, es imposible, necesitamos el arte como interfaz, como traducción, como crítica y metáfora.
El año que viene abrirá en el centro de Los Ángeles el primer museo que exhibirá exclusivamente arte hecho con IA. Su nombre es Dataland. Es una iniciativa del más famoso y cotizado de los artistas que trabaja con esas herramientas, Refik Anadol, que es mencionado en el catálogo, pues su importancia es indudable, pero no ha sido incluido en París. Casualmente, es de origen turco.
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