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Celebran los Siameses Company cuatro décadas de trabajo artístico

Celebran los Siameses Company cuatro décadas de trabajo artístico

Celebran los Siameses Company cuatro décadas de trabajo artístico

El binomio presenta Bipolaridad visual, libro en el que relata “un latido doble pintando, haciendo instalación, performance, fotografía, etcétera; es sarcástico y tiene sentido el humor”

▲ Arturo Guerrero y Marisa Lara convirtieron pinturas y dibujos en letras, después de “transitar por todos los tiempos y épocas con un montón de autores de todo el mundo”.Foto Jorge Pablo Ángel García

Reyes Martínez Torrijos

Periódico La JornadaMartes 26 de agosto de 2025, p. 2

Los Siameses Company gestaron durante años el libro Bipolaridad visual en torno a su vida y cuatro décadas de trabajo artístico unificado. El binomio plasmó en el texto, que será lanzado el 30 de agosto, el relato de “un latido doble pintando, haciendo instalación, performance, fotografía, etcétera; es sarcástico y tiene sentido el humor. Hay confesiones íntimas, cuestiones de nosotros desconocidas, sobre el nacimiento de nuestras obras, además de ser una reflexión sobre el arte”.

El dúo de creadores, formado por Marisa Lara y Arturo Guerrero, compartió en entrevista con La Jornada algunas de sus convicciones pictóricas, la importancia de los libros en su trabajo y la finalidad de que su labor artística también llegara a un escrito. “Hemos pintado mundos y ahora narramos mundos como cómplices”, dijo Guerrero.

El día de la presentación en el Museo del Estanquillo se ocultarán algunos códigos en las salas donde se exhibe la muestra homónima. Quienes los encuentren recibirán de forma gratuita un ejemplar del texto.

Marisa Lara contó que han abrevado en la historia, literatura, la filosofía y en autores que consideran entrañables como Bachelard, Baudrillard, Cervantes y Borges; encuentran fascinante al alemán Schiller, quien el siglo XVIII hablaba ya de la necesidad de la educación artística como un puente entre la inteligencia y el corazón.

Milagro de la comunicación

“Nos hemos afanado durante muchos años en conectarnos con el público para que disfrute el arte, la visualidad, en este caso que disfrute un libro, que no haya cartabones ni fronteras, como el de pensar que el arte contemporáneo es inaccesible y no se entiende, sino que es un pulso vivo donde se da el milagro de la comunicación con el otro. Por eso el argumento y el principio de la otredad, el ‘nos otros’, es siameses, es carne viva, es alma.”

El volumen involucra a personajes como el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla, el cronista Carlos Monsiváis, la cantante Celia Cruz, la bailarina Ninón Sevilla, así como la estancia de Siameses Company en París, con su fabuloso Montmartre y vivir en Lepic, los recorridos entre el Moulin Rouge subiendo y la basílica Sacré-Cœur, pasando por el salón de baile Moulin de la Galette

Ese espacio de diversión fue pintado por Renoir y, comentó Arturo Guerrero, ellos habían expuesto en el Salón Los Ángeles en la Guerrero. “Hay similitudes, dualidades constantes. Ahorita estamos exponiendo en el Museo del Estanquillo, que era la antigua joyería de La Esmeralda. Nosotros somos egresados de La Esmeralda. Andamos de Esmeralda en Esmeralda. Así vamos contando un montón de historias muy locas”.

Los artistas mencionaron casi con una sola voz que se trata de relatos entre lo verídico y lo hiperrealista de “cómo salimos de nuestro huevo, que fue cosechado y empollado por los colores; de nuestros miedos, las cosas que hemos tenido que enfrentar, lo que no nos ha salido y lo que sí. Una historia de vida intensa que puede abrazar muy bien la inquietud de vincular las artes”.

El título es atractivo, consideraron, “porque está hecho con la idea de un espejo, con el que siempre trabajamos. Si no nos espejeamos en otros, los otros no lo harán en nosotros. El espejo reúne la bipolaridad, el eco, el reflejo, la empatía y el sentido del humor. Sin ellos no funcionaríamos como artistas”.

Para Arturo Guerrero, los libros son cómplices de “aventuras locas” que han sido parte de su siamesitud: “hemos transitado por todos los tiempos y épocas con un montón de autores de todo el mundo. La literatura es universal, como las artes visuales, y nos expresan lo que somos como seres humanos”.

Ahí está el origen de su decisión de convertir trazos, pinturas, colores y dibujos en letras, a las que plasmaron en páginas “como una especie de procesión, en la que ya estaban pintadas, imaginadas, recreadas; a veces han sido esculturas, fotografías, grabados, etcétera, a lo largo de 40 años”.

Guerrero afirmó que escribir es una de las primeras formas de relacionarse con el arte, pues cada grafía es como un dibujo.

Alternó Marisa Lara: “fueron jornadas interminables de estar arrastrando la pluma y pegándole al teclado, corrigiendo, volviéndolo a hacer en una voz porque el libro muestra vivencias que hemos compartido, recuerdos, memorias, anhelos, resquebrajamientos, deseos y caídas. Estamos seguros de que va a gustar mucho a toda aquella persona que haya tenido que reconstruirse”.

Hay una relación directa del texto, señaló Guerrero, con la exposición homónima en El Estanquillo, que reúne más de 300 piezas: “un rompecabezas de imágenes que ahora es un rompecabezas de letras. De ahí vas redescubriendo quién eres. Escribir nos ha servido para entender a profundidad y de otra manera lo que nos ha pasado”.

El texto es la traducción de lo que piensan que es escribir: “una versión de artistas visuales escribiendo sus vivencias, pero eso sí, con todo el corazón”. Arturo Guerrero añadió: “nos dejamos llevar por nuestra bipolaridad, esta locura que hay que tener para la creación. El libro expresa la relación entre los sueños y la razón o la sinrazón de las cosas”.

Desde el principio encaminaron su trabajo a luchar contra la indiferencia y la apatía, dotar de sentido a fenómenos que parecen no tenerlo. En esa lid encontraron reflejos y espejos que han interesado a la gente. En sus viajes descubrieron que se trata de su visión de lo que puede ser la realidad y así se han dejado llevar por los sueños más locos, ya que la vida es un sueño, como diría Calderón de la Barca.

La siamesa Lara ve en el libro una gran esteticidad; aunque contiene más que imágenes y la palabra ocupa el mayor espacio, integra dibujos relacionados con las historias que cuenta. “Va ser una herramienta de conocimiento y de gozo muy interesante para quien lo lea, porque va a conectar palabra, imagen e historia”.

El libro Bipolaridad visual, de Siameses Company, será presentado el 30 de agosto a las 13 horas en el Museo del Estanquillo (Isabel La Católica 26, Centro Histórico).

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El Chopo tonifica el “músculo cultural” en su 50 aniversario

Eirinet Gómez

Periódico La JornadaMartes 26 de agosto de 2025, p. 3

En el contexto de su 50 aniversario, el Museo Universitario del Chopo fue celebrado como casa de exposiciones, laboratorio, lugar de encuentro, madriguera y centro social donde se teje una red de complicidades creativas, capaz de preguntar, desafiar e imaginar futuros posibles.

Durante la inauguración de las actividades conmemorativas por su medio siglo de vida –que se cumplen el próximo 25 de noviembre–, la directora del recinto, Sol Henaro Palomino, resaltó que El Chopo se ha consolidado como un espacio donde confluyen diversas comunidades y generaciones para ver una exposición, asistir a un concierto, presenciar un programa de artes vivas, ver una película o tomar algún taller.

“Este sitio ha albergado, difundido, generado y ofrecido un conjunto integral de contenidos culturales y ha defendido el derecho a la cultura”, apuntó.

Henaro Palomino recordó que el nombre de la calle –antes Álamo, ahora Dr. Enrique González Martínez– dio el apellido al museo y reflexionó: “Este árbol solitario pudo dar origen a un bosque. No permaneció aislado, se enlazó con otros y juntos formaron un paisaje”.

En la actualidad, el acervo de El Chopo está integrado por 367 obras, entre Las madres de la Plaza de Mayo, del grabador Jesús Álvarez Amaya, integrante del Taller de Gráfica Popular, y Vuelo a la jaula abierta, una escultura habitable del artista Jerónimo Hagerman, ubicada en el jardín del recinto.

“Esta colección es testimonio de su época y de los movimientos de solidaridad internacionalista de los que el museo fue parte, especialmente durante los años 80. Esas piezas muestran cómo el museo fue permeable a los debates y respondió a las crisis de su época”, explicó la directora.

En un contexto donde “el odio, el individualismo y el conservadurismo amenazan”, Henaro Palomino hizo un llamado a recalibrar y proyectar en el horizonte el rol del museo: “Celebrar 50 años es una ocasión para pensarnos, pero sobre todo para tonificar el músculo cultural y reafirmar nuestro compromiso de seguir siendo un centro social travestido de museo”.

Silvia Yorgelis Saucedo, presidenta de El Colegio de México, definió a este espacio como “un proyecto cultural dinámico, vivo, atrevido, que busca un balance entre la preservación de la memoria y el acceso abierto a ese acervo por medio de iniciativas digitales”. Subrayó que honrar al museo es reconocer a quienes lo han integrado a lo largo de cinco décadas.

Celebró que en el contexto de este aniversario se haya inaugurado una sala con el nombre de Elena Urrutia, primera directora de El Chopo. “Impulsora de proyectos, constructora de instituciones, detonadora de preguntas, Urrutia es un buen ejemplo para visibilizar el papel de las mujeres en proyectos e iniciativas culturales dentro de la UNAM”.

Sitio abierto a la reflexión

Abraham Cruzvillegas, artista conceptual e integrante del consejo asesor del museo, destacó que El Chopo impulsa el encuentro entre artistas nacionales y extranjeros, pero también es un sitio abierto para reflexionar en torno a una sociedad en constante transformación.

Recordó la trascendencia de la primera Semana Cultural Lésbico-Gay (1987): “se nos abrió un espectro, un arcoíris de muchísimas posibilidades, tanto discursivas como de lenguajes formales, conceptuales, pero también políticas”.

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▲ El Museo Universitario del Chopo tras una reapertura, en mayo de 2010.Foto María Meléndrez Parada

Para Cruzvillegas, la diferencia de El Chopo frente a otros museos radica en su apertura a lo marginal y a las disidencias: “No está cerca de la UNAM ni en los circuitos turísticos. Se ubica en lo que antes llamábamos las periferias, no sólo geográficas, sino también culturales y políticas”.

Asimismo, subrayó el papel de los talleres libres impulsados por el centro cultural, que han formado a diversos artistas hoy en activo. “Es un museo de las artes vivas con un conjunto de prácticas experimentales que trazan complicidades entre teatro, danza, artes plásticas e investigación artística, sin perder de vista la memoria, sus políticas y la configuración de sus archivos”.

Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, consideró que El Chopo funciona a contracorriente: “Aquí es la comunidad la que mediante sus peticiones, pero también de su activismo y de la historia que se escribe con el cuerpo, determina lo que se va a traer y lo que se va a exponer”.

Resaltó que este espacio encarna la capacidad de la universidad para reinventarse. “Lo que nació como un pabellón de exposiciones industriales, luego albergó al Museo de Historia Natural, hoy es un vibrante centro cultural que se consolidó como faro para la creación contemporánea”.

Entre sus hitos, resaltó el convertirse en casa de la comunidad LGBT+, al acoger la Semana Cultural Lésbica Gay, que más tarde se transformaría en el Festival Internacional por la Diversidad Sexual. Y que en este espacio se realizaron las jornadas culturales de lucha contra el sida.

Leonardo Lomelí Vanegas, rector de la UNAM, recordó que El Chopo surgió de la necesidad de abrir un espacio de encuentro libre, capaz de acoger expresiones culturales y artísticas emergentes o marginales.

“Este aniversario invita a reflexionar cómo la universidad ha ejercido su papel frente a la sociedad, no sólo como un espacio de generación y transmisión de saberes, sino como un actor público que acompaña procesos y transformaciones culturales, y que promueve la imaginación, la creatividad, el pensamiento divergente y la construcción de identidades y sentidos colectivos.”

A lo largo de cinco décadas, planteó, este recinto ha sido un vínculo entre la UNAM y sectores históricamente excluidos de la conversación cultural: “Su relevancia no es únicamente patrimonial o simbólica, es pedagógica. Nos ha demostrado que otro modelo de museo es viable. Uno donde el archivo es la herramienta crítica, la programación no es vertical y las juventudes no son un público pasivo sin interlocutoras vivas”.

En el arranque de las actividades por el medio siglo de vida de El Chopo, se pidió un minuto de silencio para honrar la memoria de Mariana Gándara, dramaturga, directora escénica, artista interdisciplinaria y colaboradora de Cultura UNAM, quien falleció recientemente a los 41 años. Además, se inauguró la exposición conmemorativa Era un árbol y se convirtió en un bosque.

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