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Hasta los huesos: La anorexia en el cine

Hasta los huesos: La anorexia en el cine

Nihal Candan, conocida por su participación en un concurso de moda, fue arrestada por pertenencia a una organización criminal y fraude calificado, y liberada con un diagnóstico de anorexia nerviosa tras pasar casi un año en prisión. Sin embargo, ni el público ni los medios de comunicación comprendieron suficientemente la gravedad de esta enfermedad. La gente no dudó en hacer comentarios crueles sobre esta joven que estaba perdiendo rápidamente su cuerpo. Fue muy triste; perdió la vida poco después. El hecho de que la anorexia se convirtiera en causa de muerte en prisión demuestra que esta enfermedad no es un problema personal, sino una herida política. Comer en prisión es una herramienta de poder, una reivindicación sobre el cuerpo; no comer es la forma más radical de rechazar esa reivindicación.

Nihal Candan

Quizás Nihal también gritaba un "no" con su cuerpo que nadie más oía. Pero desestimamos este grito como una "debilidad personal". Considerar la anorexia como un trastorno médico por sí solo invisibiliza los sistemas que la generan. Si bien la psiquiatría clasifica esta enfermedad con diagnósticos, a menudo guarda silencio sobre los cánones de belleza, las representaciones mediáticas, las presiones de clase y los roles de género. Por lo tanto, la anorexia se reduce a una "deficiencia" individual.

ANOREXIA EN EL CINE

Tras la muerte de Nihal, "Hasta los Huesos" (2017) muestra cómo estas tragedias silenciosas se estetizan y se vuelven inofensivas. Ellen, de 20 años y con anorexia, ingresa en una clínica que utiliza métodos poco convencionales con una última esperanza tras muchos intentos de tratamiento. Allí, comienza a convivir con jóvenes como ella y se ve obligada a redescubrir su cuerpo y su identidad. Esta película de Netflix llama la atención por su esfuerzo por hacer visualmente atractivo un trastorno mental complejo y doloroso como la anorexia nerviosa. El cuerpo huesudo y el rostro pálido de Lily Collins presentan una "elegancia mórbida" en pantalla, pero se reducen a una melancolía estilizada, desconectada de la realidad. Sin embargo, el rostro de la anorexia es un colapso que no se puede ocultar con piel agrietada, caída del cabello, miradas vacías y maquillaje. Para hacer que este dolor sea "admirable", la película transforma el cuerpo anoréxico en un peligroso objeto de "inspiración". La narrativa está tejida con clichés. El carismático médico interpretado por Keanu Reeves enmarca la enfermedad con un mito de salvador dominado por los hombres. Los personajes femeninos, en cambio, se presentan como figuras frágiles, histéricas y desintegradas. Los verdaderos procesos de tratamiento no requieren una narrativa heroica; requieren apoyo colectivo, paciencia y transformación estructural. Sin embargo, la película dramatiza incluso la recuperación y la presenta como una transformación estética. El punto más problemático es que la anorexia se presenta como una estética de la identidad. Sin embargo, esta enfermedad no es una "elección", sino el último mecanismo de defensa del individuo, rodeado de roles de género, mitos de belleza y una obsesión por el control. "Hasta los Huesos" carece de esta profundidad. Se conforma con una representación superficial que sirve al "culto a la elegancia" que pretende criticar. La actuación soñolienta de Lily Collins, los pasados ​​cliché de los personajes y el uso de la anorexia como mero escenario dramático la convierten no en un "proyecto de concienciación", sino en una especulación que estetiza la realidad.

El cine no debe contentarse con contar; debe cuestionarse cómo cuenta, qué estructuras reproduce y qué vuelve invisible.

¿QUÉ DEBIÓ HABER HECHO EL CINE?

La muerte de Nihal Candan puede comprenderse no a través de representaciones superficiales como Hasta los Huesos, sino a través de narrativas que revelan la cruda realidad del sistema. Porque los trastornos alimentarios no son decisiones individuales; son testigos silenciosos de la opresión sistemática, el género y el poder establecido sobre el cuerpo. La muerte de Nihal no es solo la lenta desaparición de una mujer; es el eco del silencio colectivo de la sociedad, la prisión, la medicina, los medios de comunicación y el cine. Para romper este silencio, el cine debería representar la anorexia no como un "drama femenino", sino como una resistencia política del cuerpo. Textos como El nacimiento de la prisión de Michel Foucault (disciplinando el cuerpo), Vida frágil de Judith Butler (políticas de cuerpos en duelo) y Políticas sexuales de la carne de Carol Adams (relaciones de comida, género y poder) pueden ser una guía para comprender profundamente estos temas. También son alternativas poderosas para comprender las complejidades de la anorexia el sorprendente documental de HBO Thin (2006) y la narrativa estético-política de Todd Haynes Superstar: The Karen Carpenter Story (1987).

UNA ENFERMEDAD POLÍTICA

No es casualidad que la anorexia se haya descrito históricamente como "mujer histérica". Medicalizado por Sir William Gull en el siglo XIX, este trastorno, combinado con las suposiciones de Freud sobre la "deficiencia femenina", codificó a las mujeres como seres irracionales, descontrolados e incompletos. Esta idea quedó grabada en el lenguaje de la medicina. Sin embargo, la literatura feminista rechazó este enfoque y reveló que la anorexia es una enfermedad social. Se interpretó como una especie de "sabotaje silencioso" contra el mito de la belleza y la vigilancia constante del cuerpo femenino. El cuerpo anoréxico puede ser un cuerpo desexualizado que desafía la mirada patriarcal, que niega el deseo. La comida no es solo comida; es un símbolo cultural, sexual y de clase. En The Sexual Politics of Meat, Carol Adams muestra que comer carne se codifica como un signo de poder masculino, mientras que el veganismo se codifica como una feminidad pacificada. En este contexto, la anorexia no está en guerra con la comida; lo está con la cultura patriarcal de consumo. “No comer” no es solo pasar hambre; es una forma de vivir. Rechazar la pasividad es romper la obediencia. Especialmente para las mujeres presas, la comida no es solo una fuente de nutrición, sino también un medio para reproducir la autoridad. Renunciar a ella es el último refugio contra la trampa de las identidades y roles impuestos por el sistema. El cuerpo anoréxico es un grito que resuena en este refugio. El nombre de Nihal, quien lamentablemente concientizó sobre este problema con su muerte en nuestro país, puede formar parte de la lucha por la reforma penitenciaria y la autonomía corporal de las mujeres.

BirGün

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